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Emiliano, la leyenda

Publicado: 2019-01-14


Por FRANCISCO F. DEL CARPIO.  Jornal de Arequipa

ENERO2019

De no haber muerto Emiliano Huamantica, otra hubiera sido la historia del Partido Comunista. Obrero textil, casi desde niño, se identificó tempranamente con su clase, su gente, decía; pronto con esfuerzo y autoridad se convirtió en el líder nato de su pueblo, de esos que nacen cada 100 años. Querido por sus camaradas se convirtió en el dirigente sindical más admirado de la región. Respetado por los trabajadores debido a su fuerte personalidad, era abnegado y valeroso; pero, al mismo tiempo, fue, también, enérgico con los enemigos de clase, era el cuco de la burguesía. Emiliano, era todo un personaje,

Comunista del cuño de Simón Herrera Farfán (sindicalista arequipeño radicado en el Cusco) consideraba que los trabajadores cambiarían el mundo de faz, que podían construir una nueva sociedad. Su calidad de líder popular y comunista hizo que ni la cárcel ni la represión lograran doblegarlo. Debido a ese comportamiento Huamantica se ha convertido en un símbolo para el proletariado, su pueblo y su partido a pesar de los más de 50 años transcurridos desde su trágica muerte.

Fue dirigente textil y secretario general de la Federación de Trabajadores del Cusco. Orador de primera, se dirigía al pueblo con energía y sencillez en quechua y español haciendo delirar a la gente. Conductor de las más heroicas jornadas de lucha del pueblo cuzqueño, en 1953 fue recluido en el penal del Frontón junto a Simón Herrera Farfán, Alfredo Somocurcio, Pascual Montaño y otros dirigentes y militantes cusqueños del PC, los mismos que, acusados de participar en una “conspiración comunista”, fueron detenidos y conducidos a esa isla del Pacífico sacados de todos los rincones del país. A pesar de las torturas Emiliano se mantuvo firme en sus ideas, sin arrepentirse jamás de su militancia comunista. Recuperada su libertad en junio de 1956 continuó en la brega.

Huamantica trabajó arduamente para fortalecer la Federación de Trabajadores del Cusco (FTC) encabezando, en 1958, la huelga en protesta contra el alza del precio de los combustibles. Ante la presencia en la ciudad imperial del Primer Ministro y ministro de hacienda del régimen de Prado: Pedro Beltrán, dueño -además- del diario “La Prensa”, a nombre de la FTC y del pueblo cusqueño Huamantica le dio un plazo de 24 horas para desocupar la ciudad. Antes de que el tiempo se cumpliera, el Premier puso pies en polvorosa, lo que determinó una victoria para los trabajadores comandados por el líder comunista.

Durante esas jornadas fue tomado como rehén el Jefe de la IV División Ligera del Ejército, general Daniel Vargas Dávila, las masas azuzadas por provocadores, quisieron ajusticiar al militar, la intervención serena de Emiliano impidió que se consumara la provocación. Se convocó una asamblea del pueblo donde fue elegido un Comité Popular, el que asumió el control de la ciudad, encargando su custodia (en vista del acuartelamiento de las fuerzas policiales) a una guardia obrera como sucedió en Arequipa en junio de 1950.

Existe la leyenda negra de que Huamantica y otros líderes de la sublevación iban a ser linchados por la población por "traidores", y que, sin embargo, debido a "una intervención sensata y prudente de los estudiantes" fue evitado. Esta versión (recogida hasta por José Sotomayor) caló en un publico presto en ver "traiciones" en los actos de los trabajadores, fue difundida por el APRA desde la FUC (Federación Universitaria Cusco) y aplaudida por los trotskistas aún "vigentes" en la Ciudad Imperial,

La muerte de Emiliano Huamantica ocurrió en momentos en que se dirigía al III Congreso Nacional de la Federación Textil. Eran tiempos difíciles para el Partido Comunista, cuando se desplegaba una ardua lucha por defender su unidad frente los ataques de un grupo escicionista de tendencia maoísta que pretendía su división. Por esos días el diario “La Prensa” de Lima, propiedad de Pedro Beltrán -l' Fouché del presidente Prado- publicó una nota lo más parecido a un publirreportaje. No decía partido comunista se divide, como gustoso lo hubiera hecho sino “IV Conferencia Nacional del PCP expulsa a Jorge Del Prado, Raúl Acosta y Juan Barrio” como si alguna vez “La Prensa” hubiese estado pendiente de los eventos del PC.

Esta “histórica cuarta conferencia nacional del PCP” (como a Patria Roja le encanta calificar) no fue convocada por el Comité Central sino -a decir de José Sotomayor- por el sector pro chino de sus miembros con el propósito de dar un golpe de mano para evitar el pronunciamiento del PC sobre las relaciones chino-soviéticas, aprobado en el XVIII Pleno del Comité Central y así cumplir con la orden del ministerio chino del exterior para manejar una caja de resonancia en el Pacífico occidental, la misma que difundiera el "pensamiento luminoso de Mao Tse Tung" en América Latina; y, la mejor o única manera -no había otra- era dividir al PC.

Huamantica, obrero al fin, convocó a una reunión ampliada del Comité Regional del Cusco y en ella expuso el parecer del CC del PC del cual era miembro titular. Emiliano se mantuvo firme en la defensa de la unidad del Partido enfrentándose al sector sotomayorista mayoritario en el maoísmo cusqueño. Con la sola oposición de Pavlov, Liwi y Cano, el 12 de diciembre de 1963 el Comité Regional del Cusco aprobó un documento definitorio deslindando con este sector que exigía reconocimiento de "la gloriosa IV Conferencia Nacional". Debido a su repentina muerte el documento -redactado por Severo Luizar- quedó como Testamento Político de Emiliano Huamantica, pues este reflejaba la posición del líder obrero y de la mayoría de la militancia partidaria frente a los problemas del Partido.

Emiliano se identificó en forma absoluta con los intereses de los trabajadores. Aseguraba que ellos tenían la misión histórica de liberar a su clase de la miseria, explotación e injusticia; luchaba valerosamente para acabar con la sociedad basada en desigualdades; estaba convencido de que los trabajadores podían llevar adelante la tarea histórica de construir una nueva sociedad, elevándose por encima de las limitaciones morales, materiales e intelectuales que la sociedad les impone.

65 años después de su muerte, Emiliano Huamantica sigue siendo el fuego que no se extingue, el ejemplo que perdura y un símbolo de rebeldía. La muestra del cariño de su pueblo se dio durante el sepelio del líder obrero; y, Hugo Neira la describe -en su libro Cusco: Tierra o muerte- el que a continuación transcribimos.

El Juicio Final de Emiliano Huamantica

En la avenida El Sol, los del entierro podían contarse por miles. Otros miles observaban desde las veredas. En su mayoría, vecinas pobres de la ciudad, salidas de los barrios humildes, de esas casas, llenas de gallos, chicos, ruidos y maritornes como los de una venta española escapada del Quijote. Pero los que pasaban por las empedradas avenidas eran indios o mestizos politizados. Es decir, la plebe indígena de la que surgió Emiliano y a la que dedicó su vida. Había diferencia entre los actores y los espectadores. En las aceras, una que otra mujer se enjugaba el rostro con la falda de su traje. Un auto patrullero, con guardias de aspecto fatigado, se adelantaba al cortejo, en unos cien metros. Abría el sepelio un enorme retrato del líder. Sobre un fondo claro, los rasgos de un hombre de mediana edad, 50 años (una viuda, tres hijos) con un pequeño bigote: el rostro de un mestizo. Podía también ser el retrato de un agente viajero, o de una autoridad de aldea comunera, o de un anónimo maestro de escuela. Pero un matiz de ruda honestidad le daba incluso en el deforme y gigantesco retrato, peculiaridad y sinceridad a ese rostro que ya conocía la muerte.

-Tienes que ver a Huamantica, me dijeron en Lima.- Vine a verlo y me encontré con esto: con su juicio final.

Luego del retrato, seguía una ofrenda floral, naturalmente en forma de hoz y martillo, hecha de flores rojas. Luego un espacio vacío. Después, mujeres enlutadas despliegan una enorme bandera peruana y otro espacio vacío. A continuación otro grupo de mujeres, también de luto cerrado, rodean el féretro. El Alcalde y otras autoridades llevan las cintillas negras, señal de poseer el honor de “arrastrar el duelo. Cubierto por una bandera roja, venía Huamantica. Pude leer con grandes letras: “Partido Comunista Peruano” sobre el paño de rojo intenso. Unos veinte pasos más atrás, arribaban los féretros de los otros dos compañeros de Huamantica que fallecieron víctimas del accidente. Un bosque de estandartes continuaba a los féretros. Me fue fácil leer en ellos las siglas de casi todas las organizaciones obreras y campesinas más importantes del Cuzco. Estaban todos: desde los pequeños gremios de zapateros y electricistas, hasta los Sindicatos Textiles a los que estuvo ligado clasistamente Huamantica. Habían cruces y hoces, todos mezclados, lúgubre ofrenda de un pueblo entre pagano, cristiano y marxista. La multitud mestiza, orillando entre iglesias platerescas y pulidas paredes indias, tuvo la fuerza suficiente de arrastrar consigo este homenaje barroco y retador hasta las puertas del cementerio, bajo el cielo implacable. El tiempo no existía. Importaba el orden de los oradores. El número de los participantes, la confirmación jubilosa pero tardía de la popularidad de Huamantica”.

La muerte de Emiliano Huamantica

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