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SU AUSENCIA SE SIENTE EN EL ESCENARIO PERUANO

El hermano ausente

Publicado: 2018-12-16


Por GUSTAVO ESPINOZA M.

Ocurrió hace 26 años. Fue un viernes 18 de diciembre de 1992, Faltaban 7 días para la Navidad, y apenas 14 para el Año Nuevo.

Un Comando de aniquilamiento, debidamente preparado y adiestrado en el uso de armas de guerra, consumó un horrendo crimen y segó la vida de quien fuera una de las figuras más altas del sindicalismo peruano en la segunda mitad del siglo XX.

Los integrantes del grupo operativo, lo esperaron escondidos en las inmediaciones de su vivienda, en Los Olivos. Y cuando salió con sus hijos para llevarlos a la Escuela y luego dirigirse a la Plaza Dos de Mayo, a ocupar su lugar cotidiano; le dispararon a matar.

Tenían la orden de acabar con esa vida a cualquier precio; y la absoluta certeza que nada, les habría de ocurrir.

Consumaron el hecho, entonces, con todos los agravantes del Código Penal: Premeditación, ensañamiento, alevosía y ventaja. Eran especialistas en la materia, y contaban con el amparo de quienes los habían enviado.

Veinte minutos más tarde, desde el aeropuerto internacional donde se hallaba a punto de emprender un vuelo hacia Quito, el Presidente Fujimori dijo muy suelto de huesos que ese crimen había sido consumado por Sendero Luminoso. Y hubo quienes, por una u otra razón, optaron por creerle.

En las semanas siguientes los “organismos especializados” presentaron hasta cinco grupos, a los que adjudicaron la acción. Todos, habían admitido su culpa como una manera de aliviar sufrimientos horrendos: la tortura campeaba en los lóbregos compartimientos de la policía de entonces. Pero eran inocentes.

Los culpables, cayeron después, aunque hay quienes aseguran que algunos, no caerán nunca. Pero en todo caso, poco a poco se fue haciendo luz.

Pedro Huilca Tecse, Secretario General de la CGTP, fue abatido, y hoy sus restos reposan en la tierra Caminar sobre su tumba, es andar sobre el suelo, y recordar a Saramago, quien decía: “Del suelo se levantan las cosechas y los árboles, se levantan los animales que corren por los campos o vuelan sobre ellos, se levantan los hombres y sus esperanzas. También del suelo puede levantarse un libro, como una espiga de trigo, o una flor brava. O un ave. O una bandera”.

Y, claro, siempre ocurre: todo lo que cae, se levanta.

Por ahora, las calles son las mismas; los edificios, iguales; las oficinas no han cambiado. Sopla el mismo sol en las inmediaciones y luce idéntica la melodía que tocan los instrumentos que se venden en la plaza. Pero, como bien dijo nuestro Valdelomar: “no hay la alegría, ni el afán de reír / que animaran antaño la cena familiar.

El hermano, nuestro hermano, sigue ausente (fin)

Domingo 16 de diciembre del 2018

DIARIO UNO / COLUMNA DE OPINIÓN


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