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EN EL ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO

Homenaje a Tomás Borge, por Arturo Corcuera

Prologo de A la sombra de un grano de sal

Publicado: 2018-08-12


Tomás Borge, entre la pistola y la pluma

Nicaragua es tierra de poetas, lagos y volcanes. Rubén Darío dejó poderosas simientes, fue como aquellos árboles gigantescos que dejan para siempre profundas raíces. No es exagerado afirmar que la poesía nicaragüense es una de las más ricas del continente y la más fructífera. Cuando leía La paciente impaciencia del comandante Tomás Borge tenía la impresión de estar leyendo a un poeta. Más tarde me enteré que efectivamente había leído un libro de poesía: La ceremonia esperada. Era de esperar que un día conociera, sin mayores ceremonias, al poeta y que le encontrara un profundo parecido a su palabra escrita, turbadora y temeraria.

Intrépido guerrillero, orador de noble estirpe, político de polendas, poeta de vocación y ejercicio que ha encontrado su forma de expresión en la prosa, pero que se desplaza con gran soltura en la lírica cuando lo convocan las musas. Antonio Machado quería cambiar su pluma por la pistola de Líster, el jefe de los ejércitos del Ebro en la guerra civil española. Le dice a Líster en un bello soneto “…de monte a mar esta palabra mía:/ si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría”. Tomás Borge que ha disparado, que ha luchado y vencido dirigiendo a las guerrillas sandinistas de Nicaragua, ha cambiado, por imperativo espiritual y relevo generacional, la pistola por la pluma. El poeta reconoce que se siente más cómodo escribiendo prosa, y que en ella su escritura ha encontrado, como en tantos otros escritores, su forma de expresión.

Leyéndolo hallamos al “poeta inseparable del hombre” y al “poeta hombre de acción”, como lo sindica José Coronel Urtecho. El poeta que convierte la acción en poesía y la poesía en actos. Sólo un poeta podía haberse vengado de su torturador, al vencer la revolución sandinista, perdonándole la prisión y dejándolo en libertad, la que le fue negada a él y que convirtió su vida en una noche infinita, encapuchado y esposado durante meses, en un encarcelamiento que duró cinco años. Gesto humanísimo el de Tomás Borge esencialmente vallejiano con su opresor: Amar a traición al enemigo”, actitud que hace recordar al Che en Sierra Maestra curándole las heridas a los soldados prisioneros para soltarlos después.

Poeta inseparable del amor, del compromiso político, leal a los deberes de su condición humana. En su aparente dureza hay en él un hombre dulce y tierno que canta a la amada y el entorno cotidiano del hogar, a sus hijos que adora y que son una constante en su vida y en su libro reciente A la sombra de un grano de sal, donde su esposa Marcela preside la casa y varias de sus páginas: “Camila, Juan y Sebastián/se parecen a su mamá/ es decir al arco iris…” “Este es un asalto,/ tu amor/ o la vida” su poética del amor, esa manera vigorosa y vehemente de amar. En el arrobamiento sabe ser también fino y galante: “…tus labios parecen hechos/a la medida de un antiguo sueño”.

Cuando se interna en la historia reverencia a los héroes, apela en sus versos a la sugerencia al trazar el perfil, la fortaleza y las cualidades personales de cada uno de los personajes que canta. Poesía que tiene en su energía mucho de lava volcánica, de transparencia hurtada de sus lagos apacibles: “…la luz y el galope/ Limpio el sudor/ brilla en las crines” (Fidel); “…desde aquel recinto/demasiado pequeño/para tan grande hazaña” (Allende); “…hijo de Bolívar/como su estirpe/de binocular y gladiador…”(Chávez); “En mi tierra tengo/un hermano terco/como un río de lava…”(Daniel Ortega).

De su padre (don Tomás) heredó “el nombre, la afición por las mujeres y la devoción por Sandino… el amor por las metáforas, la literatura de Montalvo, de González Prada y de Flaubert, y la ansiedad por la línea recta…”.De su madre (doña Anita) heredó “las orejas, el padre nuestro en latín, y el afán –como todo lo prohibía- por los pecados carnales. En el minuto de morir me bendijo, y desde entonces soy inmune a las balas y al miedo del infierno”.

No he resistido la tentación de transcribir estas estrofas, en las que el poeta se pinta de cuerpo entero, autorretrato que le permite al lector reconocer que Tomás Borge está dotado para tomar el Olimpo por asalto.


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