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el reconocimiento justo a una figura verdadera

ADELA MONTESINOS EN SU LEY

Publicado: 2017-09-23


Por Ana María Portugal

Grupo Cultural Adela Montesinos.

Acabamos de recordar un nuevo aniversario del nacimiento de la escritora, poeta, promotora cultural, activista política y feminista Adela Montesinos y Montesinos uno de los valores femeninos del siglo XX peruano.

Si bien Adela no nació en Arequipa, sus raíces familiares y sus primeras experiencias, especialmente las que marcaron su vida como escritora, activista política y feminista, fueron vividas en la Arequipa de sus antepasados. Su nacimiento se produjo en Lima el 12 de septiembre de 1910, en circunstancias del traslado temporal de su familia a la capital luego del fallecimiento de su abuelo, José Domingo Montesinos Garzón. Pero un año después de su nacimiento sus padres decidieron regresar. Adela fue hija de Guillermo Montesinos Pastor y de María Montesinos Martínez, quienes procrearon 19 hijos de los cuales 10 llegaron a adultos, entre ellos Adela. La familia Montesinos y Montesinos era ampliamente conocida en los círculos sociales y culturales de Arequipa.

Cada vez que Adela Montesinos recordaba su infancia, era para nombrar la “casa grande” de jacarandas lilas, el surtidor de la pila en el enorme patio, los “gallitos rojos del viejo y testarudo pisonay”. Anoche, mamá, soñé contigo en la casa grande. En esa casa grande que era chica cuando estábamos todos. Anoche soñé que yo era una niña y de puntillas, como los días idos, tras la inmensa ventana, apurada, limpiaba los cristales que creía opacados, para mirar en el patio la mañana”. La casa grande repleta de música todo el día por orden expresa del padre que cuando no estaba junto al violonchelo subía al mirador para coger los crepúsculos en su cámara fotográfica. Tiempos de música y poesía en la casa grande de Adela. La casona de los Montesinos en la calle San Juan de Dios tenía a propósito, un aire secular y aristocrático. Grandes salones, la biblioteca, el inmenso comedor y la ventana de cristales, punto de observación de una muchacha espigada que espiaba al mundo exterior con ojos críticos, como cuando se detenían a mirar a las jóvenes mujeres que trabajaban en el taller de costura, situado en un ambiente de la casona. “Algo que me impresionó”, recordó años más tarde, “fue que aquellas obreras que trabajaban duro hasta catorce horas diarias en el taller de costura, cuya dueña era inquilina nuestra, ganaban un sol veinte, suma que yo gastaba en comprarme una cajetilla de cigarros”.

El escándalo de Alma Moreva

Arequipa, 6 de mayo de 1930.Una muchacha de 19 años suscita un escándalo periodístico desde las columnas del diario Noticias. Alma Moreva ha inquietado a las buenas gentes de la ciudad conventual por su defensa a las madres solteras y su adhesión al feminismo. ¿Es acaso una abanderada del amor libre? El periódico recibe continuas llamadas telefónicas y cartas y no falta una dama piadosa y socia de cofradías que salga al encuentro de la “impía”. Pero Alma Moreva que rechaza la pacatería, es clara en su posición feminista. “Feminismo. Esta sola palabra tiene el poderío de hacer persignarse escandalizada a más de una respetable dama y dibujaruna risita burlesca y despectiva en los labios de nuestros muchachos. Y es porque están en un error lamentable al creer, como se cree, que feminismo es sinónimo de masculinización. El feminismo persigue lo siguiente: hacer de la mujer una persona libre y útil a la colectividad humana y no una cosa como hasta hoy lo es.”. Alma Moreva es una incógnita, no puede revelar su identidad, porque Alma Moreva es Adela Montesinos. El seudónimo es necesario para eludir la inevitable prohibición familiar. El único que está en el secreto es el tío Juan Manuel Polar, personaje fundamental en su etapa de autoformación (*). Tomar la palabra para tener voz y presencia en el mundo público, fue el primer paso de autoafirmación y de autoridad de Adela Montesinos. Había nacido una defensora de los derechos de las mujeres en Arequipa.

Un episodio que marcará en gran medida el rumbo de su vida futura, fue su expulsión del colegio de los Sagrados Corazones cuando cursaba 2 año de primaria al ser descubierta por una de las monjas leyendo, junto a su amiga Estela Ugarte Chamorro, un poema de Víctor Hugo, considerado un escritor blasfemo en ese momento. Para suplir la falta de una educación formal, recibe clases particulares en su casa. En ese período, Adela se convierte en una lectora voraz, y es una librería local “La Simiente”, quien le provee un surtido de libros de autores universales que importaba del extranjero. Lee con interés al científico, historiador y escritor español Gregorio Marañón, especialmente sus investigaciones acerca de la igualdad intelectual de hombres y mujeres. También llegan a sus manos artículos sobre la sexualidad femenina, de la escritora, periodista y defensora de los derechos de las mujeres, la cubana Mari Blanca Sabas Alomá, y el libro Hypatia. Ensayo sobre Feminismo de la escritora feminista y pacifista británica Dora Rusell. En esa época, Adela tiene la oportunidad de conocer literatura sobre la Revolución Bolchevique y en particular de la participación de las mujeres en los distintos momentos de esa Revolución. No es extraño entonces, que la primera aparición pública de Adela Montesinos sea en la ceremonia de fundación del Partido Socialista realizado en el Jardín Primavera de Arequipa el 7 de noviembre de 1929. (**). El relato familiar destaca que Adela acude a ese acto en compañía de su hermano José Domingo, y que recitó unos poemas de Vladímir Mayakovski, poeta revolucionario ruso. Fue la única mujer presente.

Tiempo de decisiones

Alma Moreva ha cumplido una etapa. Siente que llegó la hora de emprender un nuevo rumbo lejos de la casa familiar y del ambiente social y superficial de Arequipa donde ella es el centro. Joven y bonita tiene muchos pretendientes. La abanderada de la mujer nueva decide trasladarse a Lima donde viaja en compañía de su hermano José Domingo. Son los tiempos de la Reforma Universitaria, y la Universidad de San Marcos es el epicentro de este proceso. Adela frecuenta al círculo cercano de José Carlos Mariátegui que acaba de fallecer, y traba amistad con Angela Ramos, Magda Portal, José María Arguedas y Carmen Saco, figuras relevantes del ambiente literario y artístico en ese momento. En 1931, un año después de su llegada a Lima, conoce al joven dirigente universitario comunista Pompeyo Herrera Mejía con quien contrae matrimonio. Adela vive una intensa etapa de activismo, se dedica íntegramente a las tareas de apoyo en el Socorro Rojo, organización creada para apoyar a los dirigentes comunistas encarcelados durante los duros años de represión política del gobierno de Sánchez Cerro. Ese mismo año, durante un mitin en la Plaza San Martín contra el alza de las subsistencias, actúa como oradora en representación del Partido Comunista y meses de después participa en la Primera Conferencia Nacional de Mujeres.

Los años de plomo en el itinerario de Adela Montesinos son los más duros y dolorosos de su vida. Son los años de las grandes persecuciones a comunistas y apristas. Secuestros, allanamientos, largas carcelerías a los principales dirigentes. En 1932 la casa de Adela es allanada y saqueada por la policía y Pompeyo, su marido es tomado preso, torturado salvajemente y después deportado, primero a Centroamérica y luego a Chile donde parte con Adela y su pequeño hijo Guillermo. El exilio en Chile, será un duro aprendizaje para Adela como sobreviviente. Tiene 24 años cuando queda viuda. En 1934, Pompeyo Herrera Mejía muere debido a las secuelas producto de las torturas y la tuberculosis contraída por las malas condiciones de la cárcel. Sobreponiéndose a su infortunio, Adela consigue un empleo como obrera en una fábrica de chocolates y simultáneamente hace trabajos de corrección para una revista. Por primera vez constata en carne propia la pobreza y la soledad. En este período toma contacto con el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), organización histórica del feminismo en Chile. En La Mujer Nueva, el periódico del MEMCH, Adela publica una serie de artículos con el seudónimo de Fernanda Martínez, sobre el peligro del fascismo en Europa, y denuncia la situación laboral de las trabajadoras.

La dama de sociedad es apenas un brumoso recuerdo que amarillea en viejas

fotografías. “Siempre me he enfrentado a la vida sin nada”, me dijo alguna vez.

El retorno

En 1937 regresa al Perú. Su primera aparición pública la hace en las páginas del diario La Prensa. Adela se ha enterado de una noticia que considera vergonzosa. Un señor con motivo del Día de la Madre anuncia que entregará un premio de 2.500 soles a “la madre más prolífica, siempre y cuando sus hijos sean legítimos…”. Indignada escribe una larga carta al periódico defendiendo el derecho de todos los niños, diciendo “todos son iguales”. Al año siguiente toma contacto con la agrupación Acción Femenina, que entre sus demandas, realiza una campaña para obtener el sufragio para las mujeres.

En el nuevo periplo de Adela se cuentan su matrimonio, el 9 de noviembre de 1939 con el ingeniero Gustavo Espinoza Rosales, de filiación comunista como ella. Nacen sus hijos Dunia y Gustavo. La Punta de Bombón, Puno, Cuzco, Juliaca, son estancias obligadas por el trabajo de Gustavo, y también fuertes experiencias para Adela que toma contacto con la vida y las penurias de las comunidades campesinas que van a influir en su obra poética. En 1953 durante la dictadura de Odría, Gustavo es detenido y permanecerá recluido en el Frontón durante un año. Adela hace frente a la situación, como siempre lo hizo, asumiendo las responsabilidades de la subsistencia de su familia. En 1955, luego de algunos años en Arequipa, Adela decide trasladarse definitivamente a Lima. Retoma sus antiguos vínculos con el mundo cultural y político. Integra el grupo fundador de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), colabora con varios periódicos, conduce un programa cultural en Radio Nacional y trabaja en la Biblioteca de la ANEA. En 1957 se le detecta un enfisema pulmonar avanzado, que le impedirá continuar con sus actividades.

Dos aspectos marcan el rico periplo de Adela Montesinos desde 1930 a 1976, año de su fallecimiento en Lima, Esos son: militancia y poesía. Militante a carta canal apenas si reservó un tiempo para la poesía. En los primeros años sintiendo la necesidad de publicar sus versos los confió al poeta mayor de Arequipa, César Atahualpa Rodríguez, quien asume la responsabilidad de avalarla en un elocuente prólogo: “Los versos de Adela, desnudos de toda carnadura retórica y de toda cosmética literaria, son, por su propia sencillez como las frases de esas canciones de cuna que las madres inventan para hacer dormir a los niños…Tan despojados están los versos de Adela de artificios, que, después de leerlos, no queda en el recuerdo una palabra sobresaliente ni un ritmo pegajoso. Queda sólo el rumor total del poema y algo así como la huella de un abrazo que nos hubiera dado un hermano querido”. Este prólogo fechado en 1945, aparece en la edición de 1973 de Arcos Hondos, primer y único libro de Adela. “Nunca tuve el dinero suficiente, siempre habían cosas primordiales que no podían postergarse, cuidar los hijos, luego las enfermedades, más tarde su educación”, me dijo.

Recuerdos

Conocí a Adela Montesinos seis años antes de su muerte, un tiempo corto pero privilegiado, por haber gozado de su hospitalidad y de su sabiduría. Su sentido de vida enriqueció la mía. Haber sido amiga de Adela Montesinos, fue una experiencia única. Adela nunca dictó cátedra de nada, simplemente le bastó existir. Se conectaba con la gente por intuición, por empatía. Todo lo que sabía, todo lo que sentía y vivía lo transmitía con sencillez, sin alardes ni pedantería. La recuerdo sentada junto a la ventana de su departamento de la calle Coronel Zegarra en el distrito limeño de Jesús María, siempre en permanente actividad creativa. Mujer valerosa, jamás se sintió vencida a despecho de la enfermedad, una enfermedad que la condenó a la pasividad y vivir alejada de todo cuanto había significado su razón de ser en la vida, la militancia política, su compromiso con la causa de las mujeres, el contacto con las personas, la acción sin pausa. Por estas razones, en los últimos años de su vida haciendo acopio de fuerzas, no quiso estar ausente de hechos tan trascendentales, como la protesta contra los concursos de belleza realizada el 7 de abril de 1973 que marcó el debut del feminismo peruano. Ese mismo ánimo lo puso para elaborar una moción a favor de la legalización del aborto, propuesta que ambas presentamos durante la realización del Primer Congreso Nacional de la Unión Popular de Mujeres en 1975. El texto se basó en un principio que para Adela era irrenunciable, el derecho de toda mujer a decidir sobre su cuerpo. Alguna vez dije que Adela me dio grandes lecciones. Una de ellas, no abjurar de una idea, sostenerla hasta el final. Su propia vida lo refrenda, una vida marcada por el debate interno entre el deber y los propios deseos. En su apuesta por el riesgo, no logró completar plenamente su oficio de escritora.

Aún hoy me duele reconocer que ya nunca la veré en junto a la ventana de su departamento. Que no oiré su voz en el teléfono como todos los días, ni que no compartiremos juntas a la hora del almuerzo, esas cosas que nos unían tanto y que eran como un lazo cuya fuerza permanece intacta a despecho de la muerte.

(*) Juan Manuel Polar Vargas (1868-1936). Escritor y pedagogo arequipeño que dejó huellas en la formación de varias generaciones de jóvenes.

(**) El Partido Socialista fue fundado por José Carlos Mariátegui el 8 de octubre de 1928, tomará el nombre de Partido Comunista Peruano en 1930 después de la muerte de Mariátegui.


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