presente,  en la palabra de cuba solidaria

HOMENAJE A CORCUERA, A UN MES DE SU DESAPARICIÓN

En el homenaje a Corcuera, celebrado en la Casa Mariátegui, se hizo presente la voz de Cuba solidaria a través de las sentidas palabras de su embajador, que insertamos en Nuestra Bandera.

Publicado: 2017-09-22

Palabras de Sergio Gonzales

Embajador sde Cuba en el Perú


Homenaje a Corcuera, a un mes de su desaparición:

Desde hace 200 años conozco a Arturo. Es la sensación que guardo de la breve pero intensa relación política, intelectual y afectiva que tuvimos. En realidad fue no hace mucho que nos vimos por primera vez, poco después de nuestro arribo al Perú. Un día nos pidió que fuéramos a su Parnaso de Chaclacayo, que en mi ignorancia primigenia, yo confundí con Chiclayo, un ligero gazapo geográfico de tan solo 800 kilómetros que debe haberle provocado una carcajada íntima. Y escapamos de la panza del burro limeño para disfrutar de su compañía, la de Rosy, otros amigos y un refrescante gazpacho primaveral.

Claro que ya habíamos oído su nombre, instalado en la cumbre de la literatura latinoamericana y asociado con lealtad de piedra a la Revolución Cubana y su emblemático líder. Habíamos disfrutado con los versos “para hablar de Fidel/ hay que cederle la palabra al mar/ pedir su testimonio a las montañas/ los árboles lo recuerdan/ saben su edad y repiten su nombre…”, del poema antológico El perfil de Fidel. Habíamos oído el testimonio de sus amigos de la entrañable Casa de las Américas y de los de fuera de ella -- pero dentro de Cuba. Y nos sonaba familiar.

Pero conocernos personalmente fue una revelación que agradeceré eternamente. Aquella vez el patriarca hizo un aparte y me confió – quizás llevado por el presentimiento— el intercambio que la familia había sostenido sobre el destino de su casa, que ya iba quedando grande para el matrimonio únicamente. Al parecer, quedó satisfecho cuando Javier zanjó el asunto con la idea de crear allí una fundación o entidad dedicada a las artes, así como a la divulgación del pensamiento y la obra de Arturo. Sepan Rosy y sus hijos que la decisión que adopten será obviamente respetada; pero si fuera ésta contarán con las simpatías de muchos y particularmente de los cubanos, que los alentaremos y apoyaremos.

Por su devoción por la Isla,Arturo se ha ganado un lugar entre nosotros. Recuerdo sus reseñas y las de Hildebrando sobre sus encuentros con la gente durante su última visita a La Habana en ocasión del sepelio de Fidel. Lo identificaban. Le recitaban sus versos. Le pedían tomarse una foto como recuerdo. Fue la culminación de una trayectoria vertical, que se inició públicamente en 1960, vísperas de la tristemente célebre VII Conferencia de Cancilleres de la OEA, que se celebró en Costa Rica. La actual es la misma OEA. El mismo amo y los mismos patéticos enredos intervencionistas. El entonces joven estudiante Arturo Corcuera le pidió a Porras Barrenechea no claudicar a las presiones de Washington y no sumar el voto del Perú a la declaración anticubana de San José, según contó el canciller. Y Porras cumplió, aunque pagó el desafío con su cargo y probablemente con su vida, dos semanas después. Estos dos hombres peruanos enaltecen la patria andina y fecundan el espíritu latinoamericanista.

Por entonces Arturo ya había publicado Cantoral y El grito del hombre, colecciones de poemas precursoras de su densa y vertiginosa creación.

Hizo honor a una tradición de Nuestra América: la de los intelectuales que mantienen y renuevan día a díael compromiso social y militante, que Martí, Villena, TorrienteBrau y otros habían abonado en Cuba. Compañeros de causa me contaron que,estando hospitalizado en meses recientes,les hizo llegar un importante donativo para adquirir un vehículo para garantizar la divulgación de la nueva fuerza política que se quiere crear. Tuvieron que aceptarlo ante su insistencia, a pesar de los ingentes gastos que debió asumir la familia mientras él estuvo internado.

La obra de Arturo agranda y tonifica la literatura nuestramericana. DesdeNoé delirante (1963), que lo consagró como una de las voces líricas de mayor calado de la región, hasta A bordo del arca (2006), que le hizo merecer el Premio Casa de las Américas, y después, hay un extenso apartado del que los lectores no querrán salir.En esa obra plasmó el mar que tanto amaba, la realidad mágica, la perversión social heredada de la colonia y las erupciones de los pueblos y sus próceres latinoamericanos. Le debemos la genialidad con que supo captar esa belleza, rumiarla y devolverla en versos de fuego.

Cuba se complació enreconocer su enorme aporte. Lo condecoró con la Distinción por la Cultura Nacional cubana, en ceremonia íntima, que le vio animado y feliz con sus amigos Abel, Retamar,Barnet y Waldo, entre otros, y con la Orden Haydée Santamaría.Ni que decir del amor que le profesa todo nuestro pueblo.

Subiendo un angosto callejón de Barrancos, en la zona en que solían reunirse los poetas, un puede encontrar escrito, en una humilde pared, un verso de Arturo que repica en mi pupila y por el que tranquilamente su autor transita de poeta a inmortal: “tiré una rosa en el fondo del mar y provoqué un incendio”. Así es, Arturo. Un abrazo.


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