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PABLO NERUDA Y RUBÉN DARÍO. DOS ELEFANTES SONOROS

Publicado: 2017-04-22

Tomado de EL SIGLO / Santiago de Chile

Grace Gálvez Núñez  / . Periodista.

“Rubén Darío fue un gran elefante sonoro que rompió todos los cristales de una época del idioma español para que entrara en su ámbito el aire del mundo. Y entró”. Con estas palabras Pablo Neruda definió a Rubén Darío.

Estos dos gigantes, poetas enormes de la lengua española, pertenecieron a distintas generaciones. ¿Pero cómo hallar relación entre ellos si nunca se conocieron? Pues porque los unió para siempre algo que traspasa las barreras del tiempo: la poesía.

Rubén Darío fue un poeta, periodista y diplomático nicaragüense nacido el 18 de enero de 1867, es decir, hace exactamente 150 años. Conocido también como el Príncipe de las Letras Castellanas, es considerado el máximo representante del modernismo.

Lamentablemente, vivió solo 49 años. Dejó físicamente este mundo el 6 de febrero de 1916, cuando Pablo Neruda, poeta chileno, tenía tan solo 12 años. Es así que un niño Neruda supo nutrirse de la poesía de Darío. Su influencia es innegable, sobre todo en la primera etapa de su poesía, en libros como “Crepusculario”, “Veinte poemas de amor” y “Residencia en la Tierra”.

Según el catedrático Giuseppe Bellini, en su ensayo “Neruda y sus poetas”, la formación de Pablo fue romántico-modernista, y Gustavo Adolfo Bécquer y Rubén Darío fueron sus primeros inspiradores.

Bellini asevera que fue Darío quien introdujo a Neruda al conocimiento de la poesía francesa moderna, a través de Baudelaire, Verlaine, Mallarmé y Rimbaud. Y “la presencia de la poesía francesa en la obra nerudiana queda documentada desde el comienzo de la actividad creativa de Neruda”.

La máxima muestra de admiración y respeto de parte del chileno a Rubén Darío quedó evidenciada en 1933, en el Pen Club de Buenos Aires, Argentina. El contexto fue un banquete en homenaje a Pablo Neruda y Federico García Lorca, quienes decidieron dar el famoso discurso “al alimón” en honor a Darío.

Pablo comenzó diciendo: “Señoras”, y Federico completó: “Y señores”, y se lanzaron en este discurso a dos voces para, en palabras del mismo Neruda, “celebrar a Rubén Darío como uno de los grandes creadores del lenguaje poético en idioma español”.

“Nosotros vamos a establecer entre vosotros un muerto”, dijo Neruda, “un comensal viudo, oscuro en las tinieblas de una muerte más grande que otras muertes, viudo de la vida, de quien fuera en su hora marido deslumbrante. Nos vamos a esconder bajo su sombra ardiendo, vamos a repetir su nombre hasta que su poder salte del olvido”.

Y García Lorca prosiguió: “Vamos a lanzar un gran hombre sobre el mantel, en la seguridad de que se han de romper las copas, han de saltar los tenedores, buscando el ojo que ellos ansían, y un golpe de mar ha de manchar los manteles. Nosotros vamos a nombrar al poeta de América y de España: Rubén Darío”.

Al final del discurso, Neruda concluyó: “Federico García Lorca, español, y yo, chileno, declinamos la responsabilidad de esta noche de camaradas, hacia esa gran sombra que cantó más altamente que nosotros, y saludó con voz inusitada a la tierra argentina que pisamos”.

Algunas similitudes

Pero había un poeta más alto que Darío y Neruda, a quien ambos tenían en un pedestal. Un norteamericano que los influenció enormemente: Walt Whitman. Y tanto el nicaragüense como el chileno le dedicaron sendas odas a su maestro.

En su libro “Azul”, Rubén Darío concibió el poema “Walt Whitman”: “En su país de hierro vive el gran viejo, / bello como un patriarca, sereno y santo. / Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo / algo que impera y vence con noble encanto.”

Por su parte, Neruda escribió la “Oda a Walt Whitman”: “Yo no recuerdo a qué edad, ni dónde, / si en el gran sur mojado o en la costa temible, / bajo el breve grito de las gaviotas, / toqué una mano y era la mano de Walt Whitman: / pisé la tierra con los pies desnudos, / anduve sobre el pasto, / sobre el firme rocío de Walt Whitman.”

El escritor Alfredo Cardona Peña señala a estos tres poetas como miembros de una santísima trinidad: “Walt Whitman es el Padre; Rubén Darío, el Hijo; y Pablo Neruda, el Espíritu Santo”.

Cardona también hace notar un hecho relevante: “El primer poema que se escribió a los Estados Unidos de Norteamérica en nombre de las razas latinas fue el canto ‘A Roosevelt’, de Rubén Darío. Fue la primera poesía antiimperialista, la primera abiertamente política que se producía en la América española”.

El poema de Darío apenas era una advertencia, nos dice Cardona, puesto que termina así: “Tened cuidado. ¡Vive la América española! / Hay mil cachorros sueltos del León Español. / Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, / el Riflero terrible y el fuerte Cazador, / para poder tenernos en vuestras férreas garras. / Y, pues contáis con todo, pero falta una cosa: ¡Dios!”

Años después, en el poema “Que despierte el leñador”, Neruda no solo advierte, sino que amenaza directamente a Estados Unidos: “Si armas tus huestes, Norteamérica, / para destruir esa frontera pura y llevar al matarife de Chicago / a gobernar la música y el orden que amamos, / saldremos de las piedras y del aire para morderte: / saldremos de la última ventana para volcarte fuego: / saldremos de las olas más profundas para clavarte con espinas.”

Otra hermosa similitud es un verso de los poemas “De otoño” de Darío y “Explico algunas cosas” de Neruda. En el otoño de su vida, Rubén Darío escribió: “Yo sé que hay quienes dicen: / ¿por qué no canta ahora con aquella locura armoniosa de antaño? / Esos no ven la obra profunda de la hora, / la labor del minuto y el prodigio del año. / Yo, pobre árbol, produje el amor de la brisa / cuando empecé a crecer, un vago y dulce son. / Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa: / ¡dejad al huracán mover mi corazón!”

Neruda se hizo la misma pregunta pero en su etapa juvenil, cuando empezó a encabezar la lucha de los pueblos. Esta vez, el contexto fue la cruenta guerra civil española: “Preguntaréis: Y dónde están las lilas? / Y la metafísica cubierta de amapolas? / Y la lluvia que a menudo golpeaba / sus palabras llenándolas / de agujeros y pájaros? […] Preguntaréis por qué su poesía / no nos habla del sueño, de las hojas, / de los grandes volcanes de su país natal? / Venid a ver la sangre por las calles.”

Existen además dos poemas de Neruda y Darío dedicados a una misma cosa: el mar. En ambos se hace alusión al océano como figura paterna: “Oda al mar”, de Pablo Neruda: “Padre mar, ya sabemos / cómo te llamas, / todas las gaviotas reparten / tu nombre en las arenas.”, y “Marina”, de Rubén Darío: “Mar paternal, mar santo, / mi alma siente la influencia de tu alma invisible.”

Saquen ustedes sus propias conclusiones sobre la magnífica y enorme influencia de Darío sobre Neruda, quien llegó a ser merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1971. Pablo Neruda no hubiera podido alcanzar tal distinción sin Rubén Darío.

El Siglo


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