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la pintura de guayasamin vive en america

UNA LUZ PARA QUE 18 AÑOS DESPUÉS, VUELVA GUAYASAMIN

Publicado: 2017-03-11



Por Pedro Martínez Pírez

<!--[if !vml]--><!--[endif]--> El miércoles 6 de enero de 1999 entrevisté en La Habana por última vez al notable pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, a quien había conocido en Quito en 1960.

Fue en la sede del ICAP, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos donde ese día le entregaban la Orden de la Amistad a su hijo Pablo, en el mismo escenario en que Oswaldo pintó al Comandante Fidel Castro en el primero de los cuatro retratos que a lo largo de su vida hizo al líder histórico de la Revolución Cubana.

La distinción a Pablo Guayasamín en el ICAP fue un acto de justicia porque el hijo del Maestro, como sus hermanos Cristóbal, Saskia y Verenice, han desarrollado siempre una gran solidaridad con Cuba, y Pablito ha sido también Presidente del Instituto Cultural ecuatoriano-cubano José Martí y desde hace algunos años integra el Consejo JOSE MARTÍ de Solidaridad Mundial.

Y tanto él como su esposa Patricia Madriñán habían viajado con Oswaldo Guayasamín en el mismo avión en que Fidel Castro viajó a Santiago de Cuba a la celebración del acto por el aniversario 40 de la Revolución Cubana.

Fueron dí­as de mucha emoción porque el lunes 4 y martes 5 de enero Oswaldo Guayasamín, junto a otros dos grandes intelectuales ecuatorianos, Jorge Enrique Adoum y Pedro Jorge Vera, habí­a participado en el Taller Cultura y Revolución, convocado por el Ministerio de Cultura de Cuba y la Casa de las Américas.

En esa inolvidable entrevista Guayasamín me habló de su viaje de ida y vuelta en avión con Fidel, de los actos en Santiago de Cuba y de su intervención en el Taller, donde había anunciado la próxima inauguración de la Capilla del Hombre en Quito, un gran sueño nacido en 1961, durante su primer viaje a Cuba, donde conoció los crí­menes de la tiraní­a de Fulgencio Batista, y los graves daños materiales y humanos provocados por la acción imperialista en Playa Girón, así como el cerco diplomático que Washington impulsaba contra Cuba en aquella época.

En abril de 1961, en los días de la agresión imperialista por Playa Girón, Guayasamín visitó la sede de la embajada cubana en Quito y como muestra de solidaridad expresó su deseo de viajar a Cuba para patentizar su apoyo a la Revolución, y su ilusión de pintar al Comandante Fidel Castro.

Desde la Embajada de Cuba en Quito trasladamos la solicitud del pintor ecuatoriano al ICAP, dirigido entonces por Giraldo Mazola -actualmente nuestro embajador en Namibia- quien tuvo la sabia iniciativa de trasladar el pedido a la inolvidable Celia Sánchez Manduley, quien con la eficiencia que siempre la caracterizó hizo posible el encuentro de Fidel con Guayasamín en la hermosa casona del Instituto la noche del sábado 6 de mayo de 1961.

Oswaldo Guayasamí­n es el único pintor para el cual posó en cuatro ocasiones el líder histórico de la Revolución Cubana. Al primer retrato, del cual solamente se conservan fotografí­as, se agregaron otros en 1981 y 1986, y el último, entregado en un acto público realizado en 1996 en La Habana, a propósito del setenta cumpleaños de Fidel.

Fui invitado por Guayasamí­n cuando realizó el cuarto y último retrato a Fidel y también el 29 de noviembre de 1986, cuando en La Habana pintó al cantautor cubano Silvio Rodríguez, quien ese dí­a cumplí­a 40 años de edad. "€œHe sido bendecido por las manos de los Andes€ , siento que me han vuelto a parir", me dijo Silvio, en una entrevista que conservo con celo por su simbolismo, y porque la fecha del cumpleaños de Silvio coincide con el día de la inauguracin de la Capilla del Hombre, el 29 de noviembre de 2002, en una mañana memorable en la que ya no estaba Oswaldo, pero sí sus amigos Fidel Castro y Hugo Chávez.

Guardo muchos y muy gratos recuerdos de Guayasamí­n, a quien entrevisté también en varias ocasiones para la televisión cubana, una de ellas cuando la inauguración en agosto de 1988 de su mural en la sede del Asamblea Nacional, en Quito, en los días de la visita de Fidel Castro a los actos de toma de posesión del presidente de Ecuador Rodrigo Borja. En ese mural el pintor denuncia mediante una imagen y por su nombre a la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, de triste recordación en Ecuador, en Cuba y en todo el mundo.

Y recuerdo por esos días que fue Guayasamín y su familia quienes celebraron el 62 cumpleaños de Fidel, lo cual se convirtió después en una práctica que el pintor repitió en La Habana 8 años después, y la Fundación continuó luego del fallecimiento de Oswaldo, y hasta la desaparición física de Fidel, el 25 de noviembre de 2016.

Y es que Guayasamí­n, quien fue reconocido como Pintor de Iberoamérica en la IX Conferencia Cumbre de ese grupo de países, celebrada el 16 de noviembre de 1999 en La Habana, nunca ocultó su firme postura antiimperialista, de apoyo irrestricto a la Revolución Cubana, a la lucha de los sandinistas en Nicaragua y del FMLN en El Salvador.

Condenó las agresiones de Estados Unidos a República Dominicana, Chile, Granada, Panamá; se solidarizó con los negros, los indios, las mujeres y los niños, y condenó los dos genocidios: el de los aborí­genes en América y el de los negros que fueron arrancados del Africa.

En su hermoso y ya histórico mensaje titulado "Por la unidad latinoamericana en el corazón del sol", presentado en el Taller "Cultura y Revolución a Cuarenta Años de 1959", Guayasamin denunció que en un siglo y medio la Conquista mató alrededor de setenta millones de indios, y a la mitad de los cincuenta millones de negros que los europeos trajeron como esclavos a América.

De su vastí­sima obra baste recordar la colección pintada entre 1964 y 1984, titulada "La Edad de la Ira", en la cual denuncia las crueldades de la Guerra Civil española, las invasiones nazis y los campos de concentración, las bombas sobre Hiroshima y Vietnam, las dictaduras en América del Sur, las agresiones yanquis, la discriminación y el abuso contra mujeres y niños.

"Como mejor me expreso es con formas y colores", dijo en su última visita a Cuba, donde siempre se reconoció su grandeza como pintor y escultor y le fueron conferidas la Medalla Haydée Santamarí­a y la Orden Félix Varela, la mas alta distinción que concede el Consejo de Estado de Cuba a personalidades de la Ciencia, la Cultura y las Artes.

Guardo en mi memoria la visita que Guayasamin hizo a Cuba cuando mercenarios centroamericanos fueron contratados por los terroristas de Miami para colocar bombas en hoteles de La Habana, una de las cuales provocó la muerte del joven italiano Fabio Di Celmo.

El pintor ecuatoriano decidió venir a La Habana acompañado de un equipo de la televisión ecuatoriana y alojarse en un hotel para demostrar que sí se podí­a venir a la capital cubana, ví­ctima entonces de una campaña destinada a atemorizar a turistas y contribuir así al criminal bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba.

Y recuerdo también con emoción cuando fui invitado por el Maestro a la celebración de su 75 cumpleaños, el 6 de julio de 1994, y en esos dí­as decidió otorgarme la honrosa condición de Miembro de Honor de la Fundación Guayasamí­n, que ya poseían Fidel Castro, Antonio Núñez Jiménez, Eusebio Leal, José Ramón Fernández y Abel Prieto Jiménez.

Este viernes, cuando se cumplen 18 años de la muerte de Oswaldo, vienen a mi mente las palabras de Fidel Castro en el acto de inauguración de la Capilla del Hombre en Quito, cuando al evocar a Guayasamí­n lo identifica como a su hermano entrañable, y la persona mas noble, transparente y humana que había conocido, cuyo legado dejado al mundo perdurará en la conciencia y el corazón de las presentes y futuras generaciones. Y recuerdo también las palabras del propio pintor, quien siempre nos pidió que dejáramos encendida una luz porque él iba a volver.

Y esa luz la proyectan las 24 obras que conforman la exposición titulada CARIBE ALUCINANTE, que trajo desde República Dominicana el pintor cubano Ángel Urrely, quien este diez de marzo realizará el sueño de ver expuesta su obra durante un mes en la Casa Museo Oswaldo Guayasamín, ubicada en el Centro Histórico de La Habana, Patrimonio Cultural de la Humanidad.


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