DISPAREN SOBRE DANIEL ORTEGA
Este articulo, escrito hace casi diez años, explica en buena medida el litigio que afronta hoy en Nicaragua el poeta Cardenal, cuya causa, sin embargo , se vio finalmente favorecida por un Juez de Managua.
por Tomás Borge
Es obvio que se ha desatado una implacable campaña de desprestigio contra
los gobiernos desobedientes (léase: los países miembros del ALBA). En este
marco, el ataque sistemático al presidente de Nicaragua alcanza visos de
cacería de brujas, en la prensa local e internacional. El concierto mediático
de calumnias, está siendo orquestado por el desafinado director de siempre
y es repetido hasta la náusea por las agencias noticiosas. Acusar en falso,
descontextualizar, mentir sin pudor “que algo queda...”. Variaciones sobre
un mismo tema.
Ernesto Cardenal es una estrella de primera magnitud en la literatura
nicaragüense. Junto a Rubén, Martínez Rivas, José Coronel y Pablo Antonio,
está entre los mayores de nuestra historia. Su estatura se acrecentó con la
Revolución Popular Sandinista. Tales afirmaciones no están sometidas a
discusión.
Nubia Arcia había apenas acabado la escuela, cuando llegó al archipiélago de
Solentiname. Venía de profesora a la comunidad que el monje trapense
había fundado entre los campesinos y pescadores del lago Cocibolca. Eran
tiempos de Somoza. Bajo el influjo del maestro, Nubia se hizo poeta. Un
día, los jóvenes decidieron practicar el evangelio: abandonaron sus islas y en
el nombre de Sandino asaltaron el cuartel de San Carlos. Nubia estaba
entre ellos.
El líder de esos muchachos se llamaba Alejandro Guevara. Alejandro era el
discípulo dilecto de Ernesto: fue teólogo campesino, poeta popular, pintor
primitivista; llegado el momento se hizo guerrillero. Fue marido de Nubia y
padre de sus muchos hijos.
Al triunfo de la revolución, el padre Cardenal partió a la capital a ocuparse
del Ministerio de Cultura; Alejandro Guevara tuvo a su cargo la defensa de la
frontera sur, en la guerra financiada por Ronald Reagan; Nubia se quedó en
Solentiname, acogiendo a los peregrinos que buscaban el paraíso, en un
hotelito que ella misma fue haciendo nacer a pulso. El "Hotel Mancarrón"
fue obra de su esfuerzo.
Tras la muerte de Alejandro, la comunidad de Solentiname le otorgó a su
viuda la concesión del hotelito por los siguientes quince años (hasta que el
último de los niños cumpliera la mayoría de edad: el 2010). Casi de
inmediato, comenzaron las maniobras para arrebatárselo.
Inmanuel Zerger llegó de Alemania, donde había nacido, surcando las aguas
del Cocibolca con una orquesta sinfónica a bordo. De las pangas hizo
descender violines y fagots, la tuba y el contrabajo. Cuando los primeros
acordes resonaron entre las islas, el Poeta exclamó: “Este hombre es un
santo…”. Nubia lo hizo su esposo.
Hace más de diez años que Ernesto Cardenal, en su calidad de presidente de
la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, pretende despojar a Nubia
Arcia e Inmanuel Zerger de la gestión del hotel. Se ha valido de artimañas
que no están a la altura de su imagen de profeta revolucionario: les ha
mandado a cerrar el hotel en varias ocasiones, espantando a los turistas que
se encontraban alojados; les ha hecho confiscar el mobiliario; los ha
desprestigiado a los cuatro vientos. A alguna de esas "injurias y calumnias"
es que se refiere el reciente juicio.
Ernesto Cardenal ha convertido el veredicto que lo acusa, en su enésimo
ataque contra Daniel Ortega. Usando su enorme prestigio de poeta como
tribuna mediática, ha dicho que no acatará la sentencia (que lo obliga a
pagar mil dólares de resarcimiento moral a los injuriados) y ha desafiado a
que lo metan preso, sabiendo que en Nicaragua ninguna persona mayor de
70 años va a la cárcel. Hábilmente, ha volteado la tortilla y en lugar de
aparecer disputándole un bien terrenal a la viuda de un héroe, se hace pasar
por víctima de la revancha política del Presidente de la Nación.
“Ahí viene el lobo”, grita el lobo con piel de oveja. Y la alharaca convoca a
ingenuos y a zamarros, a solidarios y a malintencionados, a abejas de noble
linaje y una lluvia de moscas que no se la pierden… “Disparen sobre Daniel
Ortega”. Por desgracia, habemos seres humanos vulnerables, como los
dirigentes del FSLN y otros como Cardenal, cuya fama los hace intocables.
La maquinaria publicitaria se arma en un dos por tres. Ella no duerme, está
siempre alerta. El director desafinado convoca bloggers y agencias
noticiosas, periodistas nacionales baqueanos en desprestigiar sandinistas y
estrellas internacionales que, un poco desubicados, disparan sobre el blanco
móvil. Se arman listas de adhesión a las que se inscriben (sin saber o
sabiéndolo) las celebridades que avalarán la jugada. Todos quieren salir en
la foto. El Pen Club inscribe en bloque a sus socios, sin consultar con los
firmatarios (le sucedió a Arturo Corcuera). Acusar en falso,
descontextualizar, mentir sin pudor “que algo queda...”. Variaciones sobre
un mismo tema.
Lima, 29 de agosto de 2008