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ES UNA AMENAZA MUNDIAL

TRUMP. EL SURSUNCORDA DE LA CASA BLANCA

Publicado: 2017-02-16

Por Luis Manuel Arce (*) 

La Habana.- Donald J. Trump es un presidente desbordante, intenso, de esas personas que se les dificulta determinar la prioridad entre la palabra y la acción, tentado casi siempre a disparar primero y preguntar después.

Hay un uso indiscriminado de sus prerrogativas presidenciales, en ráfaga, como si esa manera de dirigir lo exonerara de consultar al legislativo o lo liberara del canon de su propia democracia. Cree que basta con hacer anuncios e insultar por Twitter, cómoda forma de administrar digitalmente la nación.

Es el sursuncorda de la arrogancia, absolutista y autócrata, supremacista blanco y crédulo de sí mismo, incluso de sus mentiras, defectos que trascienden los más altos espirales de la peligrosidad cuando se es regente de la Casa Blanca y de la Oficina de Grabado e Impresión de la Reserva Federal donde se fabrica el dólar, su Dios Todopoderoso.

Llegó a la Oficina Oval sobre las ruinas de la globalización neoliberal y se permitió el lujo de una pirotecnia electoral amenazadora en extremo, en particular en los temas migratorio y comercial, que puso en ascuas a todos los confines del globo, incluidas la ONU y la OTAN a las cuales insultó en forma desenfadada que es mucho peor porque es reflexiva.

Su discurso xenófobo, racista y discriminador fue brutal en la campaña presidencial pero aceptado en determinadas capas sociales porque canalizó el descontento de una masa de trabajadores empobrecida a la que ningún candidato tomó en cuenta ni le ofreció soluciones.

Él tampoco las ha concretado ni lo hará, pero fue dolorosamente hábil al potenciar esa retórica chauvinista.

Es la que toma ahora de argumento para justificar sus decretos y órdenes ejecutivas como las de construir un muro en la frontera con México, el veto a emigrantes de siete países musulmanes, el deterioro de los nexos con Irán por el convenio nuclear con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania, reforzar la presencia militar en Asia con Corea del Sur y acuerdos con Japón, y retomar las viejas prácticas de un proteccionismo comercial suicida.

Dice que son promesas electorales y hace como si no le preocupara la peligrosa polarización que ha provocado la cual se pone de manifiesto en el escalofriante dato de que al octavo día de gobierno 51 por ciento de la población descalificó su mandato.

Pero hay una rebelión social, política y económica contra el sursuncorda de la Casa Blanca. Esa división se manifiesta en olas de resistencia sin precedente por todo el país en múltiples sectores y frentes, en los que se unen desde musulmanes y latinoamericanos, hasta artistas, científicos, empresarios y luchadores sociales que expresan una repolitización de la sociedad tras un largo periodo de desmovilización.

Al decir del analista panameño Guillermo Castro, ese nivel de polarización altera las estructuras de procesamiento de conflictos y construcción de consensos que hasta ahora han funcionado con tanta eficacia en ese país.

A esa observación añado que es posible que esa alteración esté ocurriendo en grado superlativo con la política migratoria que Trump quiere aplicar de manera forzosa violentando incluso el ámbito judicial, ampliando los límites de las prerrogativas presidenciales, y deteriorando sus relaciones internacionales tanto con sus aliados como con quienes lo adversan, incluidas sus ambivalencias con Rusia y China y la apertura de puertas a Israel en su política de colonización de territorios palestinos contraria a la tesis de dos Estados.

Trump está dispuesto a aplicar fórceps para que nazca una ley anti migratoria denigrante para Estados Unidos, un país nacido de la inmigración sobre el exterminio de sus etnias nacionales.

En la práctica, el tema inmigratorio se ha convertido en sujeto de poder para Trump y ese parece ser el mensaje que quiere enviar a los países concernidos, e incluso a sus aliados europeos como Alemania, Francia y Gran Bretaña.

En palabras de Guillermo Castro: un cambio en esas estructuras de procesamiento de conflictos y construcción de consenso en consonancia con la meta hegemónica de un Estados Unidos más poderoso.

Y agregaba que en este momento parecen estar en curso dos procesos del mayor interés. Uno, el hecho de que el liberalismo haya salido de la Casa Blanca para manifestarse en las calles, en defensa de las libertades democráticas del pueblo norteamericano.

Otro, que el eje principal de confrontación entre la nueva Presidencia y sus adversarios se haya centrado precisamente en esas estructuras de procesamiento de conflictos y construcción de consenso, sobre todo en lo que hace al Poder Judicial y los grandes medios de comunicación.

Trump quizás simbolice la culminación del proceso de bancarrota del liberalismo la cual trascendió con rapidez el sueño de pasar de un mundo bipolar a otro unipolar, para llegar a la realidad de los dolores de parto de un mundo multipolar.

La derrota electoral del bipartidismo tradicional encarnada en Hillary Clinton y los precandidatos republicanos que adversaron a Trump, podría trascender como la última batalla del liberalismo globalizante pues es difícil una recuperación de los viejos y agotados esquemas inaugurados en el gobierno de Ronald Reagan el siglo pasado, conocido como Reaganomic.

Parece insoslayable para el propio nuevo mandatario, que con su ascenso al poder se ha inaugurado un cambio de época en el que tendrán que irse a bolina todos los parámetros actuales de la acumulación salvaje de la riqueza si la humanidad quiere vivir en relativa paz.

La exportación del capital financiero tendrá que buscar nuevas vías y objetivos en un mundo multipolar en el que el desarrollo de las nuevas tecnologías exigirá un modo de producción diferente e incluso formas inéditas de apropiación privada y social del producto.

Citando de nuevo a Guillermo, de aquí en adelante el enfrentamiento entre futuros posibles se convierte en el verdadero problema fundamental de nuestro tiempo.

El presidente Trump, a su manera, ha indicado con claridad cuál de esos futuros le parece más deseable: uno de hegemonía y costos compartidos, en el que su país conserve una situación de primus interpares y árbitro de última instancia en los conflictos que animarán el desarrollo de la crisis del sistema mundial que conocemos.

De momento, no conocemos otras visiones alternativas, así sea que estén en proceso de construcción. Esta debería ser nuestra mayor preocupación, advierte Guillermo.

Cierro con una cita de Immanuel Wallerstein extracto de su libro Después del liberalismo:

Muchos otros simplemente están aterrados ante la inminente desintegración del orden mundial que, como correctamente perciben, está ocurriendo.

Creo que el periodo posterior al liberalismo es un periodo de grandes luchas políticas, de mayor importancia que cualquier otro de los últimos quinientos años. Veo fuerzas del privilegio que saben muy bien que “es preciso cambiar todo para que nada cambie” y están trabajando con mucha inteligencia y habilidad para hacerlo.

(*) Editor de Prensa Latina


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