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Nicaragua Sandinista brilla con todo su esplendor

LA REVOLUCIÓN SANDINISTA. UNA LLAMA ENCENDIDA EN AMÉRICA LATINA

Publicado: 2016-09-27

Por Carlos Fonseca Terán 

Contexto latinoamericano

El imperialismo norteamericano y las fuerzas reaccionarias bajo su mando en América Latina se apresuran a cantar victoria por el éxito obtenido en tres de sus golpes de Estado contra la izquierda gobernante (en Honduras, Paraguay y Brasil), y por las tres derrotas electorales sufridas por ésta recientemente (elecciones presidenciales en Argentina, elecciones legislativas en Venezuela y el referendo en Bolivia), aunque sólo hay un país donde la izquierda ha sido desplazada del gobierno por elecciones desde que comenzó el ciclo de triunfos electorales de las fuerzas progresistas y revolucionarias con la llegada de Chávez al poder en Venezuela, en 1999.

Pero estos reveses son relativos. En Honduras el golpe de Estado más bien hizo posible la unificación y organización de una izquierda que antes era casi inexistente políticamente. En Bolivia, al igual que en todos los países gobernados por la izquierda, el proceso de cambios en marcha continúa contando con el respaldo mayoritario del pueblo. En Venezuela las fuerzas populares muestran un impresionante nivel de conciencia revolucionaria manteniendo su capacidad de movilización y acción muy por encima de la que puede ostentar la derecha, en medio de una aguda crisis económica que en lo fundamental ha sido creada artificialmente por una oligarquía improductiva y gansteril a través de los espacios de poder económico que aún preserva.

Preguntémonos qué gobierno de derecha podría mantener el respaldo popular con que cuenta el chavismo en Venezuela, con una crisis económica como la provocada por los grupos de poder económico en ese país. La derecha mundial cuestiona la legitimidad del gobierno presidido por Nicolás Maduro, que ganó las elecciones con el 50.62% de los votos, mientras en España la derecha oficialista se siente con derecho a formar gobierno con el 33.03%. Se exige que en Venezuela se acepte la realización de un referendo revocatorio para el cual sus promotores no han cumplido los requisitos de ley. Hay quienes no saben que la revocabilidad de los cargos públicos en Venezuela fue creada por la Revolución Bolivariana contra la voluntad de los que ahora pretenden usarla en su contra, y que es una figura jurídica constitucional presente en pocos países, entre ellos Cuba. Pero ya que repentinamente la derecha mundial tiene tanto entusiasmo por este mecanismo democrático, debería dar el ejemplo incorporándolo en las legislaciones de los países donde gobierna o donde tiene mayoría parlamentaria. A ver qué tal les va.

Mientras tanto, en el resto de países donde gobierna la izquierda y aun en algunos donde todavía no gobierna, ésta se consolida. Veamos sólo algunos ejemplos. Comencemos con Cuba. No se debe subestimar el significado estratégico de la derrota histórica propinada por la Revolución Cubana al imperialismo con el inicio del proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, tras el reconocimiento por el gobierno norteamericano, del fracaso de su política de medio siglo hacia la isla rebelde.

Medio siglo ha durado el bloqueo norteamericano a Cuba, y medio siglo ha durado el empeño de la ultraderecha colombiana en sofocar a sangre y fuego la lucha de los sectores populares por sus derechos, que como consecuencia no han tenido otra alternativa que empuñar las armas. La inminente conquista de la paz en Colombia es otro indudable triunfo de las fuerzas progresistas en el continente, en este caso contra los sectores reaccionarios guerreristas en ese país, donde el logro revolucionario que constituye la creación de condiciones para el paso de la lucha armada a la lucha política por parte de la guerrilla marcará un antes y un después en su historia y en el desarrollo del movimiento revolucionario colombiano.

La Revolución Sandinista

Veamos ahora el caso de Nicaragua, en el que nos detendremos, debido a que allí habrá elecciones presidenciales en noviembre de este año, y también debido a que el sandinismo en el poder es una izquierda triunfante a la que debería prestarse más atención, y que se consolida cada vez más, ejerciendo total hegemonía en las instituciones públicas de todo tipo con un respaldo popular pocas veces visto en la historia, que se encuentra desde 2010 entre los más altos alcanzados de manera sostenida en el tiempo por proceso revolucionario alguno, con cifras contundentes de reducción de la pobreza y de la desigualdad social, con un crecimiento económico sostenido y envidiables índices de seguridad ciudadana, y donde las fuerzas populares son protagonistas del poder político a través de expresiones organizadas a tal efecto, así como del poder económico como nuevos sujetos activos, identificados con el proyecto revolucionario, en convivencia con los sectores tradicionales de la economía en el marco de un modelo de alianzas y diálogo promovido por el gobierno, desde el cual la izquierda da la batalla por la hegemonía ideológica mediante su presencia creciente en los medios de comunicación y a través de la acción política e ideológica de una vanguardia revolucionaria organizada que no sustituye a las clases populares en el ejercicio del poder, así como también se avanza en esa dirección desde las instituciones públicas, en la creación masiva y consolidación en la conciencia social, de valores que se correspondan con el carácter revolucionario de las transformaciones en marcha.

Nicaragua fue el único país de América Latina donde triunfó una revolución mediante la lucha armada después de Cuba, y para ser más precisos, veinte años después del triunfo de la Revolución Cubana y veinte años antes del triunfo de la Revolución Bolivariana. El sandinismo, que es la identidad política de la izquierda nicaragüense y la doctrina revolucionaria que sirve de guía para el impulso de las transformaciones sociales en Nicaragua, es además un movimiento revolucionario con un proyecto político, socioeconómico y patriótico inspirado en la acción y el pensamiento del General Augusto C. Sandino, cuya lucha victoriosa contra la intervención norteamericana en los años veinte y treinta, y por la transformación revolucionaria de la sociedad nicaragüense, fue interrumpida por su asesinato en 1934 y retomada un cuarto de siglo después por un pequeño grupo de revolucionarios encabezados por Carlos Fonseca Amador, quienes bajo la guía y el ejemplo de la Revolución Cubana, aplicando creativamente los principios científicos revolucionarios, fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que tras una lucha de dieciocho años y a pesar de la caída en combate de su principal dirigente en ese entonces, logró tomar el poder mediante el derrocamiento de la dictadura somocista, impuesta casi medio siglo antes por el imperialismo norteamericano.

En los años ochenta Nicaragua y su Revolución se pusieron de moda en toda la izquierda mundial, y el que hasta hacía poco no era más que un pequeño país bananero olvidado por el mundo y por la historia, se convirtió en La Meca de todos los peregrinos revolucionarios del mundo. La originalidad y creatividad de la Revolución Sandinista, con políticas y características inéditas en las revoluciones triunfantes que le precedieron, entre ellas la unidad entre cristianismo y revolución, hicieron posible que el sandinismo convocara exitosamente a favor suyo a los más disímiles grupos progresistas y de izquierda en el mundo entero.

Hubo reforma agraria, se nacionalizaron los bancos y las minas, se expropiaron haciendas, latifundios, fábricas y negocios de todo tipo que hubieran pertenecido a la familia Somoza y sus allegados, lográndose con ello que la propiedad social sobre los medios de producción pasara a ser predominante en el país. Aunque el modelo político adoptado por la Revolución triunfante era formalmente pluripartidista, esto fue asumido predominantemente por la dirigencia sandinista y a nuestro juicio con toda razón desde el punto de vista ideológico, como un asunto de forma, ya que en el fondo el poder revolucionario fue concebido como inamovible e innegociable.

Sin embargo, con el paso del tiempo, un sector creciente y cada vez más influyente en el máximo nivel de la dirigencia, mayoritariamente integrado por quienes se habían sumado en el último minuto al proceso revolucionario y que provenían de sectores antisomocistas de la oligarquía, con tradición política conservadora, y cierta clase media representativa de la élite intelectual del país, asumieron el modelo político que formalmente era democrático representativo no sólo como una característica necesaria del modelo revolucionario sandinista desde el punto de vista coyuntural e histórico, sino como la manera idónea de institucionalizar el poder revolucionario, e incluso como el mejor modelo político concebible, que por tanto no necesitaba asegurar en su contenido el carácter clasista popular del poder recién conquistado.

De este sector nació la idea claudicante que atraparía posteriormente a la mayoría de los que habían sido cuadros políticos del sandinismo a tiempo completo en los años ochenta, incluyendo a una buena parte de los dirigentes revolucionarios a los más altos niveles, que en los años noventa ante el derrumbe soviético y la pérdida del poder por el sandinismo, se unirían al coro del pensamiento único que proclamaba el fin del socialismo, del antimperialismo, de la lucha y las vanguardias revolucionarias, y de la historia misma, pero al no ser apoyados por las bases sandinistas desertaron del FSLN y cambiaron la bandera roja y negra de Sandino por una bandera anaranjada cuyo significado nunca supieron explicar y en la que sólo conservaron una versión estéticamente postmoderna del sombrero del General, presentándose como los “renovadores” y creando un nuevo partido político que desde entonces casi siempre se ha mantenido por debajo del 1% de los votos.

Las ideas promovidas por lo que sería después este sector claudicante influyeron en los años ochenta en el hecho de que no fueran creados mecanismos institucionales mediante los cuales las clases populares ejercieran el poder independientemente de qué fuerza política tuviera en sus manos el gobierno, pues al apostarse a la democracia burguesa como legitimadora de la Revolución y al asumirse las elecciones pluripartidistas como la última novedad revolucionaria, se terminó asumiendo que era imposible perder las elecciones y por tanto, que no era necesario el aseguramiento del poder revolucionario por otras vías, lo cual sólo se pudo rectificar cuando ya se había pagado un alto precio por ello.

Por su parte y como era de esperarse, el imperialismo norteamericano organizó un ejército contrarrevolucionario (conocido como la Contra) con los restos de la Guardia Nacional somocista y mediante el reclutamiento masivo y sistemático entre ciertos sectores del campesinado con ideas tradicionales y expuestos a la propaganda imperialista que presentaba al sandinismo como enemigo de la propiedad privada, de la religión y de las buenas costumbres, a lo que debe añadirse una notable cantidad de errores y abusos más o menos graves cometidos por cuadros intermedios sin experiencia y sometidos a la presión creciente de aquella modalidad de agresión militar del imperialismo.

El FSLN organizó y ganó en plena guerra, en 1984, las primeras elecciones democráticas en la historia de Nicaragua, con el 67% de los votos, aunque sin la participación de la extrema derecha que de esa manera pretendía deslegitimar el proceso cumpliendo con lineamientos dictados por el gobierno norteamericano. Pero las elecciones de 1990 fueron otra historia. A pesar de que la contrarrevolución estaba derrotada, aún su desmovilización incondicional estaba en trámites técnicos y por tanto, había razones para no suspender el Servicio Militar Patriótico que obligaba a los jóvenes a participar en la defensa armada de la Revolución y de la soberanía nacional frente a la agresión imperialista, y esto hacía que el desgaste ocasionado por la guerra y por la aguda crisis económica hiciera posible que el chantaje electoral ejercido por la derecha como vocera del imperialismo surtiera el efecto deseado, con el mensaje de que si seguía gobernando el sandinismo, habría más guerra y se prolongaría el bloqueo económico de Estados Unidos contra Nicaragua, ahora sin un campo socialista que salvara a aquel país subdesarrollado y devastado por dos guerras consecutivas con decenas de miles de muertos cada una y una secuela incalculable de destrucción.

Esto hizo que en esas segundas elecciones, una gran parte de los potenciales votos favorables al FSLN se volvieran en su contra producto de la desesperación reinante, lo cual ocasionó la derrota del sandinismo con un 40% de los votos, significativo a pesar de todo, dadas las circunstancias. Se presentaba así una experiencia inédita en la historia: El sandinismo, que había llegado al poder por las balas, lo perdía por los votos, encontrándose así ante el alucinante escenario de un país gobernado por la derecha, con unas fuerzas armadas de carácter revolucionario.

En las tres elecciones siguientes el FSLN obtuvo un porcentaje similar al de 1990 (36% en 1996, 42% en 2001 y 38% en 2006), debido al miedo a que volviera la guerra y el bloqueo económico, o sea que el efecto del chantaje electoral logró ser mantenido por la derecha durante dieciséis años más, pero en la tercera de esas elecciones (las de 2006) el FSLN ganó con el mismo porcentaje que lo había hecho perder en las tres anteriores, y volvió a ser gobierno, lo cual se debió a una hábil estrategia de alta política diseñada por la dirigencia sandinista, que tuvo como resultado la división de la derecha. Con este hecho, el sandinismo pasó a convertirse en la primera fuerza de izquierda en la historia que habiendo perdido el poder, lo recupera, y la única que ha llegado al poder por la lucha armada y por elecciones.

En la siguiente contienda electoral, en 2011, el FSLN ganó nuevamente, pero esta vez con el 62% de los votos, lo cual se debió a tres factores: Primero, al ver que no había vuelto la guerra ni el bloqueo con el retorno del sandinismo al poder, un gran porcentaje de electores perdió el temor que les impedía votar por el FSLN; segundo, los que no eran sandinistas y habían sido beneficiados por las políticas sociales a favor de los sectores populares, votaron a favor de esas políticas; y tercero, esto último también lo hicieron aquellos que sin ser sandinistas ni beneficiarios de los proyectos sociales, preferían un gobierno que resolviera los problemas del pueblo, tal como lo estaba demostrando ser el gobierno sandinista, en notable contraste con los tres anteriores.

Por eso no es extraño que desde 2010 el FSLN cuente de manera sostenida en todas las encuestas, con más del 55% de respaldo popular, y que el Comandante Daniel Ortega, Presidente de la República, tenga también desde entonces más del 65% de aprobación, al igual que la poeta revolucionaria Rosario Murillo, Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, una entidad que asume la vocería del gobierno y asegura el cumplimiento del modelo político de protagonismo popular a través de su expresión organizada, que son los Gabinetes de Familia.

Las elecciones de 2016 en Nicaragua

Siempre que se aproximan procesos electorales, como es la elección presidencial y legislativa del próximo 6 de noviembre, aparecen como es lógico, las campañas que pretenden desacreditar al sandinismo triunfante. En esta ocasión los ejes de esa campaña son los siguientes:

Primer eje: Todos los candidatos de la principal fuerza de oposición al FSLN han sido ilegalizados arbitrariamente por el Poder Judicial controlado por el oficialismo, impidiéndoseles participar en el proceso electoral y por tanto, impidiendo a la oposición participar en el mismo.

Como hemos dicho ya, en todas las encuestas el FSLN y su principal dirigente, el Presidente Daniel Ortega, aparecen sostenidamente desde 2010 con un abrumador respaldo popular. Por su parte, la derecha no logra llegar ni siquiera unida, a un 10%. En esas condiciones, ¿a alguien se le podría ocurrir que el FSLN estuviera interesado en sacar del juego electoral a un candidato presidencial desconocido que no llega al 5% de los votos y a los candidatos a diputados que lo respaldan, cuya segura y apabullante derrota en ambos casos más bien sería un factor de legitimación para el triunfo electoral sandinista?

Tanto la salida del proceso electoral de los candidatos que habían sido postulados por el Partido Liberal Independiente (PLI), apoyados por Estados Unidos, como la destitución de sus diputados que después explicaremos, fueron producto de una disputa interna en la derecha, en la que tres grupos reclamaban ser los legítimos dirigentes de dicho partido. La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, a quien por ley correspondía resolver el conflicto, había llamado sucesivamente a las tres partes, tratando de propiciar un arreglo. De los tres grupos, hubo uno que nunca acudió a esos llamados, y era precisamente el de los verdaderos advenedizos que nunca habían pertenecido a ese partido, pero que con el respaldo de Estados Unidos se sentían intocables, y calificaban expresamente a los otros dos grupos (donde estaba la mayor parte de los dirigentes históricos de ese partido) como “payasos”, exigiendo insistentemente al Poder Judicial pronunciarse cuanto antes sobre el conflicto, seguros de que el padrinazgo norteamericano les serviría como patente de corso. Pero se equivocaron. El Poder Electoral resolvió el caso a favor de uno de los otros dos grupos, encabezado por el veterano dirigente liberal Pedro Reyes Vallejos, quien es ahora el candidato presidencial de su partido, y que no es una figura repentina e improvisada, como sí lo es Luis Callejas, el candidato presidencial postulado por el grupo de los candidatos respaldados por Estados Unidos, que quedaron sin casilla electoral, pero ojo con esto: no sin derecho a participar en las elecciones.

El grupo afectado por la decisión del Poder Judicial sencillamente, ya tenía planificado abandonar el proceso electoral para descalificarlo, a sabiendas de que no tenía ninguna posibilidad de ganar, y por esa razón más bien, ante la nueva situación, sus integrantes optaron por presentarse como si hubieran sido despojados de su derecho a participar en las elecciones y como si fueran los únicos representantes de la oposición y de la derecha en Nicaragua, cuando según las encuestas su respaldo popular siempre ha sido similar al de la otra fuerza emblemática de la derecha, que no es ni siquiera el PLI del que ellos se habían apropiado, sino el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), liderado por Arnoldo Alemán, que lleva como candidato presidencial al ex jefe contra Maximino Rodríguez, y del cual son disidentes esos mismos candidatos de los gringos a los que nos estamos refiriendo, razón por la que en su desesperación por encontrar una casilla electoral, habían usurpado los sellos oficiales del PLI con métodos deleznables.

Segundo eje: Los diputados pertenecientes a la principal fuerza política de oposición han sido despojados de sus cargos por el Poder Electoral, también manejado por el FSLN.

Para empezar, ya se sabe a qué se refiere el término la principal fuerza política de oposición, que es como se autocalifica la derecha más radical, pero no por el respaldo popular, sino por sus posiciones extremistas y proimperialistas. Con una mayoría calificada en el poder legislativo, con la cual se puede incluso hacer una reforma constitucional, ¿qué interés podría tener el FSLN de destituir a unos diputados de oposición que además, ya estaban a punto de culminar el período para el que fueron electos?

Bastante tiempo antes de toda esta situación, la actual Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó (atención a esto: por decisión unánime) una ley contra el transfuguismo político, que permite a los partidos sustituir a sus candidatos electos en cargos públicos en caso de que éstos cambien de partido durante el ejercicio de esos cargos a los que fueron electos como candidatos de los partidos que luego pretenden abandonar, y en los que han corrido como candidatos en listas cerradas y excluyentes o lo que se conoce popularmente como planchas.

Al quedar al frente del PLI como producto de la pugna interna de la derecha, su nuevo dirigente reconocido institucionalmente como tal convocó a los diputados que años atrás habían sido electos como candidatos de ese partido, para ponerse de acuerdo con ellos y actuar así de manera cohesionada como fuerza política de oposición. Casi ninguno de los diputados convocados acudió al llamado, y en cambio crearon una nueva bancada parlamentaria, en nombre de un nuevo grupo político, ante lo cual el convocante acudió al Consejo Supremo Electoral solicitando, en base a la ley mencionada, la destitución de esos diputados, lo cual procedió a hacer el Poder Electoral, apegado a las leyes del país. O sea, tuvieron la oportunidad de permanecer en sus cargos, pero reconociendo a la nueva dirigencia del partido por el que fueron electos como diputados; pero al parecer intencionalmente, provocaron su propia destitución para presentarse como víctimas del totalitarismo y abonar a la deslegitimación política internacional de unas elecciones en las que se sabían seguros perdedores. Sin embargo, el tercer grupo que disputaba la representación oficial del PLI ya se puso de acuerdo con el grupo beneficiado por la decisión del Poder Judicial.

Para ilustrar la hipocresía con que se quiere descalificar el proceso electoral nicaragüense, es bueno recordar cuando Alberto Fujimori en Perú disolvió el Congreso contra toda ley, pero como era aliado de los gringos, parte sin novedad, igual que ocurrió cuando Boris Yeltsin fue más lejos aún, bombardeando el Parlamento ruso para expulsar de ahí a cañonazo limpio a la mayoría de los diputados, sólo porque no le aprobaban las leyes que él quería. Incluso, ya nadie recuerda que la Unión Soviética fue disuelta contra la voluntad expresa del 60% de sus ciudadanos, que votaron a favor de mantenerla, al ser consultados en plebiscito en medio de una campaña unilateral en contra de lo que terminó siendo la posición mayoritaria de ese pueblo, desacatada en lo que fue un verdadero golpe de Estado perpetrado por Yeltsin y compañía. Pero como la desintegración de aquel país significaba el fin del comunismo, la historia del pensamiento único nos dice que Yeltsin fue el primer Presidente de una Rusia democrática, en la que por cierto, pocos años después este mismo personaje patético le arrebató fraudulentamente el triunfo electoral al candidato presidencial comunista, Guennady Zyuganov. Pero volvamos a lo nuestro.

Tercer eje: Daniel Ortega, desacatando las leyes del país, ha nombrado como su compañera de fórmula y por tanto, candidata a la Vicepresidencia, a su esposa Rosario Murillo, en lo que constituye una evidente muestra de nepotismo.

El Artículo 147 de la Constitución Política de Nicaragua, que establece las causales de inhibición por parentesco para ser candidato a Presidente o Vicepresidente de la República, dice al respecto lo siguiente:

No podrán ser candidatos a Presidente ni a Vicepresidente de la República:

a) Los parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad y los que sean o hayan sido parientes dentro del segundo grado de afinidad del que ejerciere o hubiere ejercido en propiedad la presidencia de la República en cualquier tiempo del período en que se efectúa la elección para el período siguiente.

Se asume que, aunque no se dice expresamente, el artículo se refiere a parientes hasta tal grado de consanguinidad o hasta tal otro de afinidad, que en este caso es el segundo, o sea que incluiría al primer grado. Pero los cónyuges no son parientes en ningún grado, ya que el parentesco de afinidad se establece entre cada cónyuge y los parientes consanguíneos del otro cónyuge, aunque hay quienes argumentan que lo son en 0 grado; entonces quedamos en lo mismo, porque el 0 por sí mismo no tiene valor, o sea, pariente en 0 grado de cualquier tipo pueden ser también dos personas que no tienen un ancestro común en el caso de la consanguinidad, o entre una persona y el cónyuge de otra con la que no le une tampoco ningún grado de consanguinidad. En otras palabras, los cónyuges para efectos de parentesco, son la misma persona, porque es la unión civil entre ellos la fuente misma del parentesco por afinidad o político, como también se conoce.

Lo antes dicho deja meridianamente claro que la escogencia de Rosario Murillo como compañera de fórmula por parte de Daniel Ortega no va contra ley alguna, o al menos debe reconocerse la existencia de asidero legal más que suficiente para dicha escogencia. Sin embargo, se puede argumentar que el nepotismo no es un problema legal, sino ético, y que por tanto se puede caer en nepotismo sin contrariar la ley, lo cual nos lleva de lo jurídico a lo político. Veamos entonces el asunto desde el punto de vista político y ético.

El nepotismo no reside en una acción objetivamente dada, sino en el supuesto motivo subjetivo de la misma. Es decir, lo éticamente cuestionable y a lo que se hace referencia con el término nepotismo no es al hecho en sí de que alguien nombre a un pariente (o cónyuge, para incluir el caso que nos ocupa) en un cargo determinado, sino en que ese nombramiento obedezca al interés personal, pero como conocer las verdaderas intenciones de los individuos es tan difícil, se recurre a las normas jurídicas para regular su comportamiento en aras de evitar el daño que éste pudiera causar a los demás, que en el caso del nepotismo sería la exclusión de personas con mejores cualidades para el nombramiento en cuestión, o más grave aún, el perjuicio del pueblo en su conjunto cuando el interés personal del nombramiento consiste en lucrarse de los bienes públicos.

El revolucionario no hace política para beneficio personal, contrario al político tradicional, y por eso, porque la Constitución de Nicaragua se hizo en las condiciones de un poder revolucionario, en el que al contrario de lo acostumbrado en la política tradicional, los nombramientos de cargos se hacen por el bien de la lucha revolucionaria y por tanto del pueblo, debiendo en tal caso evitarse más bien la exclusión de cualquiera por el motivo que sea, incluyendo el parentesco; por eso, decíamos, es que en la Constitución de Nicaragua en su versión original, nacida de la Revolución Sandinista, no se establecieron límites a la reelección ni restricciones para el nombramiento de parientes en cargos públicos.

Sucede pues, que la inhibición de la candidatura a Presidente y Vicepresidente dentro del segundo grado de afinidad no se estableció en la Constitución Política de Nicaragua para evitar el nepotismo, sino que fue parte de la infausta y vergonzosa reforma constitucional de 1995 hecha a espaldas del pueblo por diputados cuyos partidos no llegaron al 10% en la elección que se hizo apenas un año después de dicha reforma, promovida por los autollamados renovadores, o sea, la disidencia de derecha en el sandinismo (a la que ya nos hemos referido) con el objetivo específico de inhibir al ya fallecido Antonio Lacayo, yerno de la Presidenta de entonces, Violeta Barrios de Chamorro, porque esa candidatura era un obstáculo para las aspiraciones políticas de todos los grupos que se pusieron de acuerdo para la reforma en cuestión, entre cuyos objetivos principales estaba la satisfacción de las ambiciones personales de los reformadores, como queda claro con el aberrado establecimiento en la Ley Electoral (años después eliminado) de una mayor cantidad de votos para poder ser electos los candidatos de los partidos que obtuvieran más votos en total, que la cantidad necesaria para los candidatos de los partidos con menos votos, permitiéndose así que ciertos diputados postulados por partidos minoritarios quedaran electos con tan sólo trescientos votos, mientras otros candidatos, postulados por partidos mayoritarios, no fueron electos a pesar de tener alrededor de veinte mil votos; todo ello supuestamente en aras del “pluralismo político”… ¡Y que viva la democracia!

El Consejo Supremo Electoral elegido por los diputados que reformaron la Constitución en 1995 (entre ellos los famosos renovadores), conocidos popularmente como bucaneros por su impúdico comportamiento político, fue el que organizó en 1996 las elecciones más desastrosas de la historia de Nicaragua, regidas por ese adefesio de Ley Electoral al que nos hemos referido, y en las que miles de boletas y actas electorales aparecieron en los cauces pluviales de la capital y en basureros municipales. Ese mismo Consejo inhibió a su antojo a cuanto candidato obstaculizara los intereses políticos de los partidos que habían electo a los magistrados que lo integraban, la mayor parte de los cuales eran democratacristianos y renovadores, teniendo estos últimos la Presidencia, y contándose entre los candidatos inhibidos, a uno que tenía en las encuestas casi un 20% de apoyo popular. Entre los escándalos característicos de esa época de latrocinio político estuvo el hecho de que había una disputa entre dos candidatos renovadores, acerca de quién había sido electo, y el asunto fue resuelto por el Poder Electoral presidido por Rosa Marina Zelaya, esposa de uno de los dos candidatos en disputa, y que no se inhibió de dirigir la sesión correspondiente del Consejo ni de emitir su voto decisivo, obviamente a favor de su marido, Samuel Samper, que pasó así a ser conocido como el “diputado consorte”, y quien en el colmo de la desfachatez, recibió de su mujer la credencial de diputado en acto público y solemne. Ese tipo de gente es la que ahora alega motivos “éticos” para cuestionar la designación por Daniel Ortega de su esposa como candidata a Vicepresidenta, apegada a derecho y haciendo uso de la facultad conferida a tal efecto por el Congreso del FSLN en su más reciente sesión.

El Comandante de la Revolución Daniel Ortega es una de las tres personalidades más importantes del sandinismo en toda su historia, junto al propio Sandino y a Carlos Fonseca. Guerrillero desde su adolescencia, ya era el jefe de la guerrilla urbana al cumplir los veinte años; fue capturado y estuvo siete años preso, salvajemente torturado sin que pudiera sacársele información alguna, y luego rescatado de la cárcel por un espectacular operativo militar de intercambio de rehenes por presos políticos. De regreso a la lucha guerrillera, estuvo al frente de las acciones militares más exitosas de lo que se conoce como la ofensiva de octubre con la que se dio inicio a la fase insurreccional urbana de la lucha guerrillera en Nicaragua. Representante del FSLN en la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional a raíz del triunfo revolucionario, fue electo Presidente de la República cinco años después. En los años noventa su liderazgo fue determinante en las luchas populares frente a las embestidas del neoliberalismo, y en la lucha ideológica en defensa de los principios revolucionarios a lo interno del sandinismo. De igual manera, su aguda visión política y su astucia, reconocidas por moros y cristianos, fueron fundamentales en el diseño y ejecución de la estrategia victoriosa gracias a la cual el sandinismo volvió al poder en 2006. Es actualmente uno de los líderes más populares de América Latina, según todas las mediciones de estados de opinión en el continente.

Por su parte, y volviendo a las verdaderas razones de su nombramiento como candidata a la Vicepresidencia, Rosario Murillo no es el personaje político que es en Nicaragua por ser la esposa del Presidente, sino al contrario, ella es la esposa del Comandante Daniel Ortega porque ambos se conocieron en la lucha revolucionaria, siendo ambos más que marido y mujer, compañeros de lucha. Con toda razón, ella nunca ha consentido el título machista de Primera Dama, inusual por lo demás entre revolucionarios, aunque algunos que se auto consideran como tales lo usen sólo para disminuirla. Con larga militancia en el FSLN, fue líder de los poetas y artistas revolucionarios organizados en el grupo GRADAS, que se jugaron la vida frente a la dictadura haciendo presentaciones culturales públicas subversivas en contra del régimen somocista para hacer conciencia en el pueblo a favor de la lucha sandinista. Principal dirigente del gremio cultural y artístico en los años ochenta, es una de las más destacadas representantes de la generación poética de los años setenta en Nicaragua, y por supuesto una figura sobresaliente de la intelectualidad en este país. Estudiosa y políglota, es una de las personas más cultas de Nicaragua, y su inteligencia no puede ser negada ni por sus más encarnizados enemigos.

Pero el principal mérito de Rosario Murillo, por el que en nuestra opinión personal ha sido la escogencia correcta por parte del Comandante Daniel Ortega, es en primer lugar el de ser la ideóloga por excelencia del contenido filosófico y de las características políticas fundamentales que tiene el modelo promovido actualmente por el FSLN, que dicho sea de paso es lo más apegado al sandinismo original que haya tenido cualquier visión política o línea de acción asumida por esta organización política a lo largo de su historia, y no es extraño, pues además Rosario Murillo es sobrina-nieta del General Sandino.

En segundo lugar, como Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, ella es quien en nombre del Gobierno se comunica todos los días con el pueblo nicaragüense, haciendo uso para ello tanto de los medios de comunicación convencionales como de los medios electrónicos, además de ser por eso mismo, la persona que con su beligerancia ha estado presente en todos los momentos difíciles, haciendo que la gente se sienta orientada, acompañada, fortalecida y segura ante cualquier eventualidad adversa de la naturaleza o de otro tipo, en un país expuesto a ciclones, erupciones volcánicas y terremotos. Ella es ya desde hace aproximadamente una década, el principal rostro visible del sandinismo ante el pueblo, en las duras y en las maduras. Y es por eso que la noticia de su candidatura a Vicepresidente por el FSLN ha sido acogida con júbilo sobre todo por el nicaragüense de a pie, por el ciudadano común y corriente que se esfuerza todos los días trabajando para llevar el alimento a su hogar, y que siente en el sandinismo actual, en Daniel y en Rosario, el referente fundamental de confianza en el presente y en su propio futuro, el de su familia y el de su país. Es más, la derecha misma debería tomar la noticia por el lado amable, dado que una de sus críticas a Rosario ha sido precisamente, que asume responsabilidades para las cuales debería haber sido electa y no lo ha sido. Pues bien, ahora lo será, lo cual es una muestra de que la crítica ha sido bien recibida y se agradece.

La fórmula presidencial del FSLN es en sí misma, una conquista revolucionaria, una reivindicación de la mujer sandinista y de la mujer nicaragüense, y su más que probable triunfo podría ser el inicio de un nuevo ciclo victorioso de la izquierda en América Latina, que sería seguido por el resto de elecciones presidenciales que tendrán lugar próximamente en los países latinoamericanos gobernados por la izquierda, y quizás en otros que aún no lo son. Y es eso precisamente a lo que teme la derecha continental y el imperialismo, y la razón de la furibunda campaña mediante la cual se pretende descalificar un triunfo tan previsible como contundente que no sólo será del sandinismo, sino de toda la izquierda latinoamericana.

Carlos Fonseca Terán es Secretario Internacional Adjunto del Frente Sandinista de Liberación Nacional

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