LA UNIDAD DE LOS PUEBLOS DE CENTROAMÉRICA ES HERRAMIENTA INDISPENSABLE DE PROGRESO
Palabras de la Embajadora de Nicaragua, Marcela Pérez Silva, en el 195 Aniversario de la Independencia de Centroamérica
Señor Embajador Eric Anderson, Secretario General de Relaciones Exteriores,
Queridos hermanos Embajadores de Centroamérica: Melvin Sáenz Biolley, Grego Pineda Rodríguez, Verónica Araujo Samayoa y Ramón Valladares Reina,
Señoras Embajadoras, señores Embajadores, miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en el Perú,
Amigas y amigos todos:
Los cronistas de Indias miraron el recién descubierto continente con ojos deslumbrados, y con palabras incrédulas trataron de hacer el recuento de las maravillas. Se puede decir que fueron también los primeros etnólogos que recogieron los antiguos saberes americanos sobre cómo surgieron los seres y las cosas. Fray Luis de Bobadilla en 1538 escuchó un testimonio sobre nuestros padres creadores. Decía, más o menos así:
Del Cocibolca hacia arriba, por donde sale el sol, detrás de los cerros que arden, vivía Cipaltonal, una diosa dormilona que de tan azul era obsidiana. Ella era la guardiana de la aurora. Para que no se le fuera a perder, la escondía cada noche en el huequito de su ombligo. A Cipaltonal le gustaba acurrucarse en el pecho de Tamagastad, que tenía brazos de sol y hacía brillar el día. Tan inseparables eran Tamagastad y Cipaltonal “que nunca se nombra uno solo (...) porque los dos son iguales”. Este plantaba el maíz; aquella palmeaba tortillas. Cuando volvían cansados, ella lo envolvía en su manto de añil y él encogía los brazos inmensos y se enredaba en su cintura. Entonces se amaban incendiando los cielos, hasta quedarse dormidos. De las lenguas enlazadas de Cipaltonal y Tamagastad fue que surgieron “la tierra y las lunas y toditas las estrellas”. De esta “unión de iguales” nació el tiempo. Poblaron Centroamérica los hijos que brotaron de sus sexos. Cada noche, del ombligo de ella vuelve a despuntar el día [1].
Los conquistadores y los extirpadores de idolatrías intentaron convencernos de que con ellos comenzaba la historia. Todo tiempo anterior era pasado muerto. Ellos ignoraban que la historia es el camino que la humanidad construye andando. Las conmemoraciones sólo tienen sentido si sirven para alumbrar el presente y para vislumbrar el futuro. Hoy celebramos 195 años de la Independencia de Centroamérica. Estamos aquí reunidos para con-memorar (recordar entre todos) el ideal de lo que queremos ser. Ese objetivo aún no logrado que vislumbraron como el futuro nuestros independentistas. Nuestra historia, aparentemente caprichosa, es el camino que hemos ido construyendo hacia ese futuro. Los esfuerzos que hemos hecho desde la ruptura del Pacto Federal ¡todos! han tenido que ver con la independencia real. Con la soberanía real. Con la nacionalidad, como llamaron nuestros próceres al desde entonces arraigado sentimiento de Patria y de Nación[2].
Hace 160 años (apenas treinta y cinco años después de nuestra Independencia), la Guerra Nacional puso a prueba nuestra soberanía. Aquel fue un hecho histórico trascendental. Toda Nuestra América se puso del lado de nosotros, contra el invasor. Pero sobre todo contra quienes lo apoyaban. Pueblos y gobiernos salieron en defensa de nuestra soberanía. De nuestra nacionalidad centroamericana. La misma que seguimos reivindicando hoy día, 195 años después. Aquella fue una defensa valiente. ¡Y nada menos que en Washington! Ahí se reunieron el 8 de noviembre de 1856, los Ministros Plenipotenciarios de varias de nuestras Repúblicas para proponer la firma de un Tratado de Alianza y Confederación de todos los Estados hispanoamericanos que comenzaba diciendo:
Se garantizan todas las Repúblicas unas a otras su independencia y soberanía, y la integridad de sus territorios…[3]
El gobierno del Perú ya había elevado, por instrucción del presidente don Ramón Castilla, su más enérgica protesta ante el Secretario de Estado norteamericano, el 11 de julio de 1856:
Una horda de piratas norteamericanos, cayendo de improviso sobre la República de Nicaragua ha echado por tierra su gobierno, talado sus campos y anegado en sangre sus ciudades, y amenaza enseñorearse sobre las demás repúblicas que pueblan esta parte de la América española: destruir su nacionalidad y continuar hacia el sur sus inicuas conquistas hasta consumar el designio vulgar en todo Norte América, de que de un polo al otro no haya en el Nuevo Mundo más que una sola Nación: la Unión Americana[4].
Indignado, Ramón Castilla ordena un inmediato subsidio en defensa de la nacionalidad centroamericana envía una misión diplomática peruana y promete un buque para estimular con su presencia la beligerancia de aquellos pueblos contra el filibusterismo. Además, se compromete a contribuir con la mitad de las acciones en el caso de hacerse realidad el canal interoceánico en Nicaragua.[5]
Termino recordando que en este acto de conmemoración independentista nos reunimos como ciudadanos centroamericanos, no como parcialidades, aunque son parcialidades las que representamos. Nuestra nacionalidad plena sigue siendo nuestro norte, nuestro desafío.
Mucho más bellamente que yo, lo dice el poeta Pablo Neruda en su Canto General con estos versos dedicados al Padre de la Patria Centroamericana:
FRANCISCO MORAZÁN (1842).
Alta es la noche y Morazán vigila.
¿Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.
Cinta central. América angostura
que los golpes azules de dos mares
fueron haciendo, levantando en vilo
cordilleras y plumas de esmeralda:
territorio, unidad, delgada diosa
nacida en el combate de la espuma.
Te desmoronan hijos y gusanos,
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.
Alta es la noche y Morazán vigila.
Ya viene el tigre enarbolando un hacha.
Vienen a devorarte las entrañas.
Vienen a dividir la estrella.
Vienen,
pequeña América olorosa,
a clavarte en la cruz, a desollarte,
a tumbar el metal de tu bandera.
Alta es la noche y Morazán vigila.
Invasores llenaron tu morada.
Y te partieron como fruta muerta,
y otros sellaron sobre tus espaldas
los dientes de una estirpe sanguinaria,
y otros te saquearon en los puertos
cargando sangre sobre tus dolores.
Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.
Hermanos, amanece. (Y Morazán vigila) [6].
¡Viva Centroamérica!
¡Vivan cada una de nuestras parcialidades!
¡Viva el Perú!
¡Viva la unidad plena de América Latina!
Lima, 15 de setiembre, 2016
Centro Cultural Inca Garcilaso
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[1] Marcela PÉREZ SILVA, “Dioses” en Cantar de sirena. Inédito.
[2] Aldo DÍAZ-LACAYO, La Guerra Nacional: omisiones históricas, Managua: Aldila, 2015
[3] Tomado de Lorenzo MONTÚFAR, Reseña Histórica de Centro América, T. VII, Guatemala: El Progreso, 1888. pp. 431-468.
[4] Rosa GARIBALDI, La política exterior del Perú en la era de Ramón Castilla: defensa hemisférica y defensa de la jurisdicción nacional. Lima: Fundación Academia Diplomática del Perú, 2003. pp. 252-298.
[5] Jorge BASADRE, Historia de la República del Perú. 1822-1933, Vol 4, Cap. XXXI, La política de Nacionalismo continental entre 1856 1862, Lima: Editorial Universitaria, 1983. pp. 109-120.
[6] Pablo NERUDA, Canto General, Poema XXXI “Morazán (1842)”, Santiago: Pehuén, 2005. pp. 139-140.