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las ideas revolucionarias tuvieron en cuba un fuerte sustento nacional

NACIONALISMO REVOLUCIONARIO ANTES DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

Ponencia sustentada en el Simposio "Cuba en la historia" celebrado en Lima entre el 4 y el 6 de febrero

Publicado: 2016-02-10


Por Mario Miguel Meza Bazán

- Historiador 

La revolución cubana de 1959 fue el evento que marcó a toda una generación política en América Latina, generación que se caracterizaba por ser joven, disconforme con el estatus quo en sus países,disconforme con los regímenes políticos a los que consideraban corruptos y antinacionales. Más aún, era disconforme con sus propios partidos revolucionarios a losque consideraban claudicantes con sus principios de transformación y de justicia social.En todo caso, el impacto que tuvo la revolución cubana entre los jóvenes revolucionarios de la épocaimplicóel pasode la conciencia de la revolución como necesidad histórica a la convicción de que para ser realmente revolucionario, senecesitabauna voluntad personal y moral que los empujara más alláde la necesidad de su propia historia.

El nacionalismo revolucionario es una corriente de lucha contra la opresión de una entidad o potencia extranjera a la nación propia. Su adversario principal puede ser en realidad otra nación o un poder externo supra nacional organizado, por ejemplo un imperio. Al mismo tiempo, el nacionalismo reclama luchar contra la opresión interna, que sería un rasgo distintivo del colonialismo, donde lo extranjero o externo encuentra aliadosentre sus propios dominados para aprovechar o perpetuar su explotación.En ese escenario, los aliados internos pueden conservar su situación de privilegio, lo que los pone en una posición de extrañamiento o traición a la nación por esa alianza “contra natura”.En esa asociación surge el fenómeno colonial o neocolonial, donde la nación tiene un doble desafío: luchar contra la opresión externa para afirmar su liberación y confrontar la injusticia y la desigualdad de la nación dominada y colonizada por sus propios miembros privilegiados, para lograr su liberación completa. La reivindicación de la igualdad en el nacionalismo revolucionario como en el socialismo revolucionario es la expresión de libertad, solo que paraestos últimos se reivindica la libertad social comoabolición de clases sociales, mientras que para los nacionalistas revolucionarios esta se logra como supresión de las desigualdades nacionales internas.

El carácter voluntarista de las revoluciones en la historia de los países latinoamericanos, especialmente entre los que provienen de esa gran porción del continente que produjo las guerras de independencia con la vieja Europa,está presente desde el ejemplo del levantamiento de las 13 colonias inglesas pasando por la revolución haitiana y las guerras de independencias en Hispanoamérica entre los años 1776 hasta 1826.La convicción de los líderes revolucionarios por construir sociedades nuevas y diferentes a las que las habían precedido como más justas en su redistribuciónde bienes y valores jurídicos, sociales y políticos, marcaronun proceso histórico social de liberación de un continente que dejó su etapa clásica de colonialismo y abriósus puertas a la modernidadllegadamuy tempranamente de occidente. Américaen general y América Latina en particular,se convirtieron desde finales del siglo XVIIIhasta la segunda década del siglo XX, en receptora de diversas utopías sociales modernizadoras que hicieron del continente un laboratorio de experimentacióncon diversos resultados en cada una de ellas y ha continuado siendoasí hasta el día de hoy.

¿Cómo entender sino la experienciarepublicana de los Estados Unidos de Norteamérica o la persistencia de las repúblicas latinoamericanas por alcanzar la libertad dentro del orden deseadoo en medio de cruentas guerras internas y externas?¿Cómo entender también la germinación del liberalismo o el republicanismo más allá de sus elites y, específicamente, su afincamiento entre los movimientos populares?¿Cómo entender la construcción de los nuevos estados nacionales con la ausencia de un monarca emperador, bajo modelos políticos institucionalizados tan completamente extraños y precarios a las tradiciones monárquicas americanas como el federalismo y el centralismo tras la debacle imperial inglesa, hispánica o portuguesa? Y, sobre todo,¿Cómo entender el enérgico y profundo enraizamiento de la idea de la nación y el sentimiento nacionalista en la era de la I y la II globalización?

Benedict Anderson estableció que el nacionalismo se identificacon algo más que un grupo específico de personas dentro de un territorio o con valores heredados y compartidos por diferentes y sucesivas generaciones.Para él la nación era una comunidad imaginada que podía suscitar entre una o varias colectividades, sentimientos capaces de converger en la construcción de lazos que estabanmás allá de los estrechos marcos físicos, culturales y temporales de las sociedades. La existencia de que,probable o seguramente, cada uno de sus miembros nunca tomarían un contacto físico entre sí, no impedía que podíantener una identidad compartida de pertenencia y de destino común.Lo más importante de esta definición es que produjo un terreno fértil para la construcción en América Latina de proyectos de auténticas comunidades ilustradas de bienestar y solidaridad con justicia social.

La historia de ese largo recorrido por la afirmación de lo nacional es sin embargo un dato casi ausente o de poca referencia en la comprensión de lasrevoluciones que atravesaron América Latina entre las décadas de 1960 a 1990. Paradójicamente,en la toma del cuartel Moncada, y en el juicio que se le siguió a Fidel Castro, antes de 1959, el dato más relevante de su proceso, estableció que su inspirador, un nacionalista y revolucionario contra el colonialismo del imperio español, era también ypor vocación, un antiimperialista contra el neocolonialismo que suponía la potencia económica y militar de los Estados Unidos (José Martí). Sin embargo, quisiera enfatizar otros aspectos que dieron sentido a este arraigado corte nacionalistade las revoluciones que se inicianal finalizar el siglo XIX y, vincularlo, al periodo quecierra con la revolución cubana de 1959.

José Martí, al igual que José Ingenieros o José Rodó, representaban parte de una constelación de pensadores, periodistas, educadores y políticos que desfilaron al finalizar el siglo XIX, en la marejada de la alta modernidad occidental europea producida por la expansión tecnológica de la II revolución industrial y la I globalización económica y financieradel mundo.En esa oleada estos escritores lograron captar las contradicciones de vastos sectores del mundo redefinido por el dominio colonial imperialista euro norteamericano. Resulta clave entender en todo caso como la persistencia del antiguo imperio español en este periodo, aparecía remozado en el Caribe, gracias a las ventajas económicas y recursos tecnológicos que ese mundo occidental le proveía a cambio de satisfacer sus demandas de materias primas y mano de obra barata, sin embargo tuvo que afrontar también las primeras contradicciones de esa modernidad globalizadora en América Latina, con nuevas guerras de independencia en Cuba, Puerto Rico y en Asia con lasFilipinas. Las colonias, animadas por los conflictos sociales propios de una nacionalidademergente peroperiférica y oprimida, explotada y colonizada, identificaronsu causa independentista conuna revolución enteramente políticay cultural en un sentido tanto nacional e internacional, tal como lo habían entendido sus hermanas predecesoras a principios del siglo XIX.

La revolución política resultaba en este sentido obvio: al dominio imperial que convertíaa la nación en colonia del extranjero había que liberarla y darle una soberanía propia.La más grave dominación del que había que liberarla era sin embargo el dominio cultural, que convence a los colonizados de que la dominación externa, era lo mejor que les podía pasar en esta vida, legitimando el colonialismo en términos subjetivos e internos.

La principal batalla en todo caso se situaba en este campo cultural, como el desafíomás importante y profundo en la disputa de los significados por la libertadfrente al colonialismo blanco enmascarado de empresa civilizadora. El terreno culturalse convertía, en este sentido, en el escenario privilegiado de las disputas ideológicas, políticas y militares contra el imperio español y luego contrala amenaza de la fuerza imperial norteamericana. El espíritu anticolonialse alimentó del terreno de la cultura local que para calificarse así misma denacional y debía autoafirmase como revolucionaria o, por lo menos, nacionalmente beligerantecontra el estatus quo colonizador. Los cimientos de la cultura nacional se convierten en este sentido en cultura revolucionaria en el periodo final del siglo XIX e inicial del siglo XX.Varios escritores nacionalistas se reclaman a sí mismos antiimperialistas y revolucionarios afirmando valores étnicos tales como el antillanismoRamón Emeterio Betancés, político- educador y mulato de Puerto Rico; la afirmación cultural católica, latina - hispanista e idealista de Rodó; y la protestas de Ingenieros frente al materialismo anglosajón o yanqui y, por ende, capitalista, que amenazaban al continente latinoamericana.En el sustrato de la oposición irreductible cultural de Eugenio María Hostos (Puerto Rico) entre el hombre burgués e individualista o lógico frente al hombre romántico completo integrado a su medio ambiente y, en cierto modo incivilizado, aparece el sentido roussouniano del ser humano no imbuido de pecado.

La principal línea dedefensa de lo propio, lo local, lo nacional raya con la apología de lotelúrico o lo profundamentenatural e incontaminadode la sociedad latinoamericana, donde el carácter no moderno de la misma, garantizada por su transparencia ecológica o territoriallibre de capitalismo e industrialismo, confiere personalidad e identidad propia a un pueblo como nación. Estos escritores y pensadores agrupan los ingredientes básicos de un nacionalismo apto para movilizar los sentimientosvoluntaristas conducentes a una revolución nacional y antiimperialista.La idea de que la libertadcomo esencia de la sociedad se identificaba con el aspecto menos racional del pueblo pero por eso mismo más real y afín a su voluntad,afirma lacoherencia de las revoluciones nacionalistasfrente a la fría racionalidad económica y científica occidentalaplicada a su avanzado aparataje de dominación sobre los pueblos menos desarrollados (o civilizados).Desde allí entendemos como una clave en la construcción de lo nacional lo constituye la reivindicación porlo local y lo folklórico o lo bárbaroque afirma virtudescapaces de crear cánonesnacionales de identidadfrente a lo impostado y adquirido por la alienación moral, científicay cultural de lo extranjero.

José Martí, uno de los principales abanderados teóricos y prácticos del nacionalismo incorporó en sus reflexiones este aspecto romántico de lo nacional en su práctica revolucionaria, porque tejió en su planteamiento político, opuesto al colonialismo español,un puente para afirmar su antiimperialismo norteamericanocon la idea de una independencia económica y cultural plena basada en autonomía monetaria y economía centrada en sus propias posibilidades industriales y de explotación de materias primas,además de la firma de un tratado con naciones que se reconocieran como iguales en el contexto latinoamericano.

Un paso más adelante,en esta dirección nacionalista y revolucionaria,lo esbozaría la Revolución Mexicana en 1910 y su constitución promulgada en 1917, que partía de la constatación de la desigualdad étnica y de clase de la sociedad; y, del carácter poco nacional del Estado para el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y de las mayorías excluidas del ejercicio ciudadano de la nación política, con ello se afirmó el derecho a la propiedad nacional de los recursos naturales bajo control del Estado y el interés del trabajo sobre el capital. Estas premisas, mencionadas también en Martí, Betancés y Hostos, se recuperarían a través de políticas tendientes a integrar al campesinado indígena, el principal factor de movilización rural en las guerras revolucionarias de esa década,paraimpulsar reformas agrarias y una educación que nacionalizara a las masas bajo el principio de la igualdad. Desde ese ámbito, el nacionalismo revolucionario incorporaba ya una potencialidad movilizadora en la expectativa de los pueblos, que bajo diferentes circunstancias se encuadraría en movimientos agraristas en Colombia y Perú entre las décadas de 1920 y 1940’s, de los sin tierra en Brasil y de revoluciones como la boliviana en las décadas de 1950. A la larga, se impulsaría en América Latina políticas proteccionistas de industrialización con miras a ampliar los mercados internos y de conformar una estructura de clases moderna, que integrara más y mejor a esa población a la nación y la liberara de la dependencia externa.

La construcción de la dimensión popular de lo nacional adquiere por otro lado un poderoso matiz revolucionario, porque es expresión de liberación de la opresión y de proyecto nacional de autenticación y afirmación de un mundo que se ha globalizado desde el final del siglo XIX. Lo local pasa a ser antisajón, anti europeo o anti yankiy lo popular pasa a ser oposición al mundo moderno, aunque sin renegar de su potencial liberador basado en la modernidad occidental, enlazará en el menor de los casoscon el intento por construir un republicanismo democrático nacional;y en el mayor de los casos con mejor éxito, en la formación de partidos populistas que encausaran enormes movimientos de masas que apoyaran proyectos de transformación en México, Brasil y Argentinay que concluirán con la revolucióncubana de 1959. En ese contextoobservar el carácter nacionalista de revoluciones y luchas desde fines del siglo XIX con las guerras de independencia en Cuba y Puerto Rico, de la Revolución Mexicana en 1910 o la revolución de Farabundo Martí en el Salvador en 1930, la resistencia de Augusto Cesar Sandino en Nicaragua, las luchas germinales de los sindicatos obreros en Perú, Argentina, Chile entre las décadas de 1920 y 1930, más la formación de movimientos y partidos populistas entre 1930 a 1950,incluida la revolución nacionalista boliviana del MNR, darán sentido a bloques nacionalistas de corte antiimperialistas para construir desde diferentes vertientes, lo que bien podríamos llamar de izquierda una alternativa anti oligárquica y anticolonial.

Desde este contexto, podemos afirmar que la temprana experiencia independentista de América Latina, permitió a las nacientes naciones latinoamericanas darle un rostro a la voluntad revolucionaria que legitimará y justificará la existencia de movimientos nacionalistasbajo principios revolucionarios nacionales, liberales y/o republicanos o de izquierdistas nacionalistas, populistas y socialistas. América Latina se convirtió de este modo en un laboratorio de proyectos utópicos revolucionarios gestados en el corazón de la modernidad europea y adaptada a la realidad latinoamericana, merced a su apuesta en diferentes momentos, al propósito de implementar la promesa ilustrada de la modernidad y el progreso, aunque en unos casos con más fortuna que en otros.

Bibliografía

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2000 Haya de la Torreo la política como obra civilizatoria. México. FCE.

Zapata, Francisco

2001 (1990) Ideología y política en América Latina. México DF. El Colegio de México.


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