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la guerra siempre es una maldicion que cae sobre los pueblos

EVITAR LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS

Publicado: 2016-02-08


Por Luis Manuel Arce Isaac 

La Habana (PL)

Frei Betto reflexionaba en La Habana sobre el conflicto en Oriente Medio y recordaba que las hordas de inmigrantes constituyen un nuevo éxodo rumbo a los países llamados cristianos y estos, horrorizados, cierran sus fronteras y sus corazones.

Otro pensador, el estadounidense Noam Chomsky, decía a un diario latinoamericano que hace apenas 15 años no existía el tipo de conflicto que observamos hoy en el Levante, consecuencia de la invasión estadunidense a Irak, que es el peor crimen del siglo.

Para Chomsky la invasión estadunidense-británica destruyó a Irak, ahora clasificado como el país más infeliz del mundo, porque la ocupación militar cobró la vida de cientos de miles de personas y generó millones de refugiados no acogidos por Estados Unidos y tuvieron que ser recibidos por los países vecinos pobres a los que se encargó recoger las ruinas de lo que nosotros destruimos.

En Internet aún se ve una grotesca imagen del expresidente George W. Bush en el portaaviones USS Lincoln parado en la cubierta del buque y detrás de él una tela impresa en la que se lee Mission acomplished! (¡Misión cumplida!), cuando proclama el 1 de mayo de 2003 el fin de la guerra en Irak.

Poco más de un mes antes, el 20 de marzo -tras un pacto deleznable el día 16 entre Bush, el británico Tony Blair, y el español José María Aznar, conocido como Cumbre de las Azores- había comenzado el ataque a Irak.

Su padre, de igual nombre y también expresidente, en enero de 1991 lanzó la Operación Tormenta del Desierto con un millón de soldados de 34 países bajo el mando de Estados Unidos, y fue en esa ocasión que el entonces presidente iraquí Sadam Hussein advirtió a Washington que iniciaba "la madre de todas las batallas".

La afirmación provocó burlas por la aparente poca resistencia que encontraron en Irak los invasores en 2003 y la facilidad con la que estadounidenses y británicos ocuparon en mes y medio todo el territorio nacional, incluidos los pozos de petróleo que administró la Halliburton, de la que era socio el exvicepresidente Dick Cheney.

Pero la guerra no se detuvo aquel 1 de mayo, ni la pretensión militar estadounidense tampoco. La situación se salió de los límites de Irak y se regó como una mancha de aceite en el océano hasta Libia y Siria, con amenaza a un Irán islámico plantado en la ruta del petróleo.

Es muy probable que esa pretensión fuera origen y causa de la advertencia de Sadam Hussein, y que no fuera extraña a los oídos de los Bush y de las transnacionales del petróleo que apoyaron y ayudaron al financiamiento de la sangrienta aventura.

En 2007 Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, aseguró en un libro de memorias que el verdadero motivo para invadir Irak no eran las supuestas armas de destrucción masiva que jamás aparecieron, sino controlar el petróleo y evitar que la Unión Europea, China, India o Rusia, se acercaran a los pozos y yacimientos de gas.

Greenspan se quedó corto pues los objetivos de Washington van mucho más allá. La agresión estadounidense de 1991 y la invasión de 2003 allanaron el camino a la creación artificial de un "califato" de los yihadistas del Estado Islámico en Siria e Irak que de instrumento militar mercenario de Estados Unidos, pasó a ser su chivo expiatorio para justificar la atrocidad en Libia y Siria.

La decisión en 2012 del presidente Barack Obama de poner fin a la "tonta guerra" de Bush, ni siquiera mojó la pólvora para detener la acción militar porque detrás hay una geoestrategia de altos quilates que va más allá de la ruta del petróleo y tiene en su colimador el cerco a Rusia y China en la visión de Washington de liderar un mundo unipolar.

Se puede dar por sentado que las contradicciones religiosas en Oriente Medio son la paja que oculta la aguja, de allí lo oportuno de la histórica reunión, negociada durante veinte años, entre el Papa Francisco y el Patriarca ortodoxo Kiril, que llena de orgullo a Cuba al ser escogida sede de un encuentro que cierra casi un milenio de desavenencias.

En su breve comunicado la Santa Sede y el Patriarcado de Moscú desean que la reunión en La Habana sea "una señal de esperanza para todos los hombres de buena voluntad", y esa frase, como las parábolas de Cristo, encierra la trascendencia de un hecho que es histórico también porque rebasa el conflicto del cristianismo de casi mil años, imposible de enmarcar una solución en plazos específicos, y se ubica en la realidad planetaria.

Tales circunstancias, con el valor agregado de agresiones brutales al medio y la proliferación de plagas modernas con el zika, chikungunya, dengue hemorrágico y muchas más, han tenido un efecto para propiciar la reunión papal como el ánimo feérico que la ha precedido en las desavenencias y contradicciones las cuales en algún momento deberán dejar de ser irreconciliables.

Es lógico que en esta reunión en La Habana, la cual abre el camino a posibles negociaciones más amplias atinentes a las discrepancias seculares, uno de los temas prioritarios sea el de la persecución de los cristianos y el Oriente Medio donde han sido asesinados miles de feligreses por los terroristas.

Ante esa lamentable situación, no hay por qué dudar que de la reunión papal salga un nuevo paradigma en las relaciones de la fe que inspire la unificación y tolerancia religiosa sea o no cristiana, y más fuertes incentivos a la lucha contra el terrorismo y todos los males globales para tratar que la situación en el Oriente Medio detenga su andar hacia la temida madre de todas las guerras.


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