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LA ROSA DE TOKIO

Publicado: 2015-11-19

Por FRANCISCO DEL CARPIO / Jornal de Arequipa

Alberto Fujimori, se ha burlado una vez más de la autoridad penitenciaria del Perú para sumarse a la campaña política de Keiko, su hija, con miras al 2016. Ese ha sido el leitmotiv de la reciente entrevista concedida en el penal de la DIROES al diario chileno El Mercurio.

Compadre y socio de Montesinos en el manejo del SIN por diez años y conocedor de sus técnicas de inteligencia, Fujimori usa sus métodos, desde un dolor de muelas hasta el Código del Derecho, para llamar la atención.

Fujimori es genéticamente japonés y como tal puja por parecerse a sus ancestros tratando, a la vez, de convertir la miseria en opulencia. Los japoneses del 40 -y el es del 38- tuvieron al Emperador Hiroíto como máximo icono de la perfección, por él y no por su patria marchaban los soldados a la guerra y los kamikaze estrellaron su aviones.

El Kempeitai, fue una suerte de SIN japonés, formado por orden del Emperador Hiroíto para hacer aparecer que él era sólo un peón en manos de los militaristas y liberarse así de su responsabilidad en la guerra como pasó con Hitler y Mussolini. Hiroíto personalmente designó al Teniente General Nakajima Kesago para esa operación secreta del Estado japonés.

Fujimori ha hecho exactamente lo mismo para librarse de su responsabilidad en los crímenes del SIN. Su relación con Montesinos ha sido ya negada, marcando distancia con el trabajo sucio de los servicios de espionaje interno. Fujimori ha querido y quiere hacer aparecer -vía Keiko- que el presidente de la republica nada habría sabido acerca del trabajo de los servicios de inteligencia del país que gobernó. Según su diseño el habría sido una suerte de rehén de Montesinos en las instalaciones del SIN, pues él no vivía en Palacio de Gobierno sino allí.

Fujimori purga sus crímenes en una cárcel donde los carceleros son sus guachimanes y dispone hasta de ambulancias para cuando le duelan las muelas y requiera ser trasladado a alguna clínica local. Cuenta, además, con enfermera y médico las 24 horas. Le permiten todas las gollerías prohibidas a un reo, desde teléfonos hasta compañías cariñosas; sin hablar de la visita de sus congresistas, sus familiares, sus amigos y de la consultoría política que da a la hija desde sus cómodas instalaciones en el Centro Recreacional de Barbadillo, llamado para algunos casos "Penal".

Fujimori ha diseñado todo para que la responsabilidad de sus crímenes caiga sobre todos, menos sobre él. Todos están embarrados, menos él. La responsabilidad de las masacres de campesinos, de estudiantes, de trabajadores, de vecinos es de otros no de él; la esterilización forzada de mujeres siempre será obra de terceros, no de él. En la censura de la prensa, él no tendrá nada qué hacer y la tortura de su esposa será culpa de ella y aún contará, en este caso, con el aval de los hijos, principalmente de Keiko, quien tuvo el desvergüenza de aceptar ser nombrada, siendo una mocosa, primera dama, en contra de su madre.

Sin se parece en algo Kenya Alberto al general Nakajima Kesago, no es casual. Dicen los historiadores que el general japonés fue un especialista en control, intimidación y tortura y que fue él quien dirigió las violaciones de Nanking en 1937, donde murieron entre 150 mil y 200 mil personas; sin embargo, en 1945, durante los juicios de Tokio, otros altos oficiales japoneses pagarían por él las consecuencias, asociándolos a la masacre cometida en Nanking ¿Pura coincidencia?

Durante la Segunda Guerra Mundial se emitió desde Radio Tokio un programa de propaganda japonesa producido por prisioneros norteamericanos y destinado a desmoralizar a las tropas americanas. El programa consistía en enviar mensajes pesimistas de los prisioneros de guerra yankis a sus familias, intercalados con música norteamericana e información estadounidense pero orientada a desmoralizar a la tropa.

La trasmisión entera fue bautiza por los yankis como "La Rosa de Tokio" (The Tokio's Rose) y estaba compuesto por una docena de locutoras angloparlantes, la principal fue Iva Toguri d’Aquino nacida en California y reclutada en Tokio por el Kempeitai como parte de la guerra psicológica.

Aquí tenemos a un Kenya Alberto Fujimori, preso por crímenes de lesa humanidad en una cárcel que no es cárcel sino un lugar de reposo y distracción donde el reo hace lo que le da la gana y donde el Estado le facilita todo. Sin embargo cada declaración suya paraliza al país y lo desmoviliza. Sus correrías pone en estado de alerta a toda la nación, para su gozo personal.

Ello evidencia que vivimos en un submundo donde todo vale y que a la vez no valemos nada. Cómo entonces se explica que un súbdito extranjero maneje la política interna de un país milenario como el nuestro frente a la impavidez de un gobierno que se ha entregado sin pudor ni vergüenza alguna a sus detractores, los que no descansarán hasta ver, cuando menos, a Nadine Heredia, la esposa del presidente, haciéndole compañía a su cuñado en Piedras Gordas, porque en el Perú pasan maravillas.

Mientras al hermano del presidente de la república le ajustan las clavijas, le doblan los cerrojos y aumentan los candados, pese a su condición de preso político, rebelado contra el gobierno de Alejandro Toledo, al probadamente asesino y ladrón del Tesoro Público permiten todo.


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