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el papa en la plaza de la revolución generó llanto en la gusanera

EL PAPA. CELEBRACIÓN EN CUBA Y LLANTO EN MIAMI

Publicado: 2015-09-28

Por Ángel Bravo 

Como pocos países en el mundo, en un periodo de diecisiete años, Cuba ha recibido la visita de tres Papas: Karol Wojtyla (1998), Joseph Ratzinger (2012) y Jorge Mario Bergoglio (2015). Este registro parece no llamarles la atención a quienes dicen ser especialistas sobre la revolución cubana. Para estos publicistas, todo se reduce a que Cuba, por ser un país socialista, necesita de Dios, mucho más que otros países.

Los enemigos de la revolución cubana, anclados en sus prejuicios y limitaciones, siempre esperaron que los Papas que llegaban a la isla, satanizaran el socialismo cubano. Contrario a esos deseos, cada uno de ellos, sólo tuvo palabras de admiración y agradecimiento al gobierno y al pueblo cubanos por el recibimiento y la atención brindada.

Las visitas de los Papas a la isla muestran la estrecha relación entre el Estado del Vaticano y el Estado de Cuba, y evidencian respeto a la soberanía, a los principios y a la forma de gobierno mutuamente.

¿Quién mejor que Cuba, para mostrarle al mundo, a través de sus huéspedes, que la revolución socialista es la alternativa ante un orden económico capitalista internacional depredador e inhumano? Ahí tienen un país -del llamado Tercer Mundo-, bloqueado económica, comercial y financieramente por el gobierno de los Estados Unidos, que es capaz de defender, respetar y promover los derechos humanos de todos sus habitantes. Son altos los logros en desarrollo humano y encomiable los resultados en educación, salud, cultura, deporte y seguridad. Si eso no es suficiente, sépase también que el internacionalismo solidario es parte de su naturaleza revolucionaria.

¿Podía acaso alguno de los tres Papas atreverse a condenar el socialismo cubano?

Las palabras con las que Fidel recibió a Juan Pablo II en 1998, volvieron a retumbar en la visita del Papa Francisco: “¿Qué podemos ofrecerle en Cuba, Santidad? Un pueblo con menos desigualdades, menos ciudadanos sin amparo alguno, menos niños sin escuelas, menos enfermos sin hospitales, más maestros y más médicos por habitantes que cualquier otro país del mundo que Su Santidad haya visitado; un pueblo instruido al que usted puede hablarle con toda la libertad que desee hacerlo, y con la seguridad de que posee talento, elevada cultura política, convicciones profundas, absoluta confianza en sus ideas y toda la conciencia y el respeto del mundo para escucharlo.

No habrá ningún país mejor preparado para comprender su feliz idea, tal como nosotros la entendemos y tan parecida a la que nosotros predicamos, de que la distribución equitativa de las riquezas y la solidaridad entre los hombres y los pueblos deben ser globalizadas.”

Por todo eso, los enemigos de Cuba, previo a cada una de esas visitas papales, vivieron días de histeria y de delirio.

La presencia del líder religioso de la Iglesia Católica en Cuba no ha sido la visita de cualquier hijo de vecino; su viaje significó una serie de compromisos eclesiales, institucionales, pastorales, morales y políticos. Un miembro de la Guardia Suiza dijo: “hemos trabajado en la visita a Cuba, como si hubiésemos estado trabajando cinco años con Benedicto XVI”.

Mientras que en Cuba el pueblo expresó respeto, felicidad y celebración por la visita del Papa, en los programas de radio y televisión de Miami los batistianos derrocharon odio, llanto y rencor; inclusive con la presencia y anuencia de algunos curas locales, se desahogaron llamándole izquierdista y comunista a Francisco. Y no faltó la perorata que repiten desde hace cinco décadas: “Los centro de trabajo en Cuba estaban obligando a los obreros a que fueran a recibir al Papa”. Estas calumnias son propias de la libertad de expresión que promueve “la” democracia estadounidense. Francisco por haber abordado temas como la paz, la conciliación, el amor y el perdón en sus mensajes, provocó depresión en los “pacifistas” de Miami.

El disgusto mayor fue porque el Papa no se reunió con los llamados “disidentes”; más descocados no pueden estar, ¿cómo una personalidad como el Papá iba a reunirse con asalariados, mercenarios y apátridas al servicio del gobierno de los Estados Unidos? De haberlo hecho, hubiese sido inconsecuente e incoherente con sus mensajes y con su joven itinerario papal. Francisco no recibió a los “disidentes” porque ellos no son importantes, no son nada, no representa a nadie; eso lo sabe la Curia Romana, lo sabe la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en La Habana, lo sabe la iglesia cubana y lo sabe el Papa Francisco.

Pero no solo los medios de Miami hicieron el ridículo, también el diario digital El País de España (21 setiembre) dio su aporte: “Ya se ha convertido en una tradición que los papas a su paso por La Habana den esquinazo a la oposición y, en cambio, acudan a visitar a Fidel Castro. Jorge Mario Bergoglio, tan distinto en tantas cosas de Karol Wojtyla y de Joseph Ratzinger, no fue en esto una excepción. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, confirmó que, nada más terminada la misa en la plaza de la Revolución, el Papa fue a visitar “al comandante Fidel Castro”.”

Como puede verse la derecha tozuda internacional no tienen forma de ocultar su desazón.

Una vez más la mafia de Miami se quedó frustrada; todo lo que habían planeado para interferir u oscurecer la vista del Papá a la isla, fracasó. Se impuso el respeto, la alegría, la buena fe y la bondad.

En estos momentos me llega al oído aquella parte de la canción de La

Charanga Habanera que dice, “Tú llorando en Mami y yo gozando en La Habana”.


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