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España: La transición de la dictadura a la corruptela

En España nunca hubo transición hacia la “democracia”, sino cambios cosméticos...

Por Patricio Montesinos

Publicado: 2015-04-20


Ilusos quienes aun piensen que en España se escenificó alguna vez una transición de la dictadura de Francisco Franco hacia la “democracia”, un eslogan repetido durante casi 40 años por los diferentes regímenes de turno para hacérselo creer a los habitantes de esa nación ibérica, y al mundo.

Lo ocurrido verdaderamente en ese Estado europeo, tras la muerte de Franco en 1975, fue solo el traspaso hacia un orden político marcado por el bipartidismo, y con gobiernos de alternancia, todos salpicados o embarrados totalmente por la corrupción, y afamados por ser peones de Estados Unidos.

En España nunca hubo transición hacia la “democracia”, sino cambios cosméticos para mostrar un modelo de capitalismo a seguir, y un falso país en el que se ha escondido siempre el totalitarismo de una monarquía, todavía imperante en el siglo XXI, y regímenes autócratas.

En los últimos 34 años han gobernado esa nación europea el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que de Socialista y Obrero solo tiene los nombres, y el derechista Partido Popular (PP), un hijo del franquismo que desde el poder actualmente coarta las libertades y reprime con la misma intensidad que roba.

El primer presidente del PSOE, Felipe González, quien se mantuvo en el poder durante 14 años, estuvo implicado en numerosos escándalos de corrupción, y otros de criminalidad como el conocido caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que practicaron el terrorismo de Estado y una guerra sucia contra la organización armada separatista vasca (ETA).

El bullicioso enriquecimiento ilícito de González y sus cercanos colaboradores, unido a los asesinatos de los GAL, facilitaron la llegada al poder en 1996 del peor mandatario de la historia de España, José María Aznar, del PP, un títere de Washington financiado por la mafia cubanoamericana de Miami que desde su entrada en La Moncloa no dejó de malversar hasta su salida ocho años después.

La historia siniestra de Aznar es bien abultada: fue junto al expremier británico Tony Blair y el exmandatario norteamericano, George W. Bush, artífice de la sangrienta invasión a Iraq, que ha convertido a ese país en el más grande cementerio del mundo. También sigue siendo un “agente” permanente de la Casa Blanca para subvertir el orden en Latinoamérica.

Denominado por sus propios compatriotas “el palanganero de Washington”, por su exagerada sumisión el imperio, todavía Aznar, al igual que González, prestan sus “servicios” al Pentágono para conspirar contra los procesos revolucionarios en América Latina, como son los casos de Venezuela, Cuba, Ecuador, Argentina, Brasil y Bolivia.

Ambos tienen pendientes cuentas con la justicia española y la internacional, pero sin embargo su complicidad con Estados Unidos al parecer los ha eximido de ser sentados en el banquillo de los acusados.

Once de los 14 exministros del ejecutivo de Aznar están implicados o procesados por corrupción, incluido el exvicepresidente económico Rodrigo Rato, detenido la pasada semana en Madrid, hecho que ha desatado una ola de cuestionamientos de la denominada “democracia a la española”.

Los regímenes de José Luis Rodríguez Zapatero, del PSOE, y el actual del PP, de Mariano Rajoy, no han estado exentos tampoco de los escándalos por enriquecimiento ilícito, que hoy salen con mayor fuerza a la palestra pública, como para avizorar que el bipartidismo en España tiene los días contados.

En medio de la profunda crisis económica que azota a esa nación europea, Rajoy ha desbordado la copa con el recrudecimiento de la represión, los recortes sociales, los desahucios, y la Ley Mordaza que limita las libertades, mientras los representantes de su gobierno, del PP, banqueros y grandes empresarios llenan sus bolsillos con dinero mal habido.

Ni la Casa Real ha escapado de la corruptela desmedida, y sin escrúpulos, que impera en España, un cáncer terminal que solo podrá extirparse con la real transición hacia una verdadera democracia, que hasta ahora no se ha materializado.


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