Por LUIS VARESE

El 14 de febrero de 1987, a las siete y media de la mañana, en el corredor del pabellón número 5 de presos políticos de la cárcel de Lurigancho, Pilar Coll se apareció con una noticia: mi hijo Manuel había nacido de Maruja, a las tres de la madrugada en Oaxaca, México. Cuatro horas y media después del nacimiento, esta mujer me llevaba la noticia y una manzana, fruto prohibido en la Biblia y los penales. Y con ambas tuvimos una  comunión, con la manzana compartida y la noticia de la vida que se integraba, nueva, a la Vida.

Así, Pilar Coll llenaba de regalos y de pequeños o grandes milagros a las presas y presos. Con el coraje de las militantes, Pilar Coll derrotaba las trabas y las amenazas, para llegar con  pocas o muchas noticias a quienes pasaban y pasan la vida en las  cárceles. Ateos y creyentes recibíamos de Pilar Coll,  menuda compañera con apellido de Paladín, milagritos de un lado para otro, cumpliendo el papel del correo clandestino de las ternuras.

En el medioevo y antes, la Iglesia Católica, consagraba como santos a aquellos que eran proclamados por el pueblo, a los benefactores de los pobres, de los perseguidos por la justicia, de los abandonados por las sociedades. Pilar Coll es santa, no porque la Iglesia (cuya Jerarquía es tan lejana de los pobres) la canonice. Pilar es de las santas de los pueblos porque miles de mujeres y hombres la pensamos, la recordamos, la necesitamos, le debemos tanto. Porque ha sabido durante tantos años llevar milagritos a cada una de nosotras, a cada uno de nosotros.  Y la nomino santa porque como católica, como cristiana, es el título que le corresponde; pudiera llamarla heroína, compañera ejemplar, mujer de los derechos humanos, pero le corresponde santa.

No tengo muchas noticias buenas que darte Pilar, solamente te puedo decir que en esta América Latina, la teología de la liberación en la que te formaste, avanza, a pesar de  todas la maniobras. Y avanza muy bonito, con gobiernos y movimientos surgidos de las bases que van cambiando a esta América que tanto quieres. También en el Perú ocurrirá, Pilar, tú lo sabes y seguirás llenándonos de alegrías y milagritos, en especial a las perseguidas y perseguidos. Gracias Pilar, por no dejarnos solos. Un abrazo de todas y todos.