ALAN Y LA PATINADA DE LA HAYA
Por RAUL WIENER F.
Escuché a Alan García en la mañana de ayer en la radio de sus amigos y no pude menos que evocar su presentación de marzo del año pasado ante la megacomisión y sus intentos de los meses siguientes para negar lo que dijo de manera libre y espontánea ante sus investigadores y que le resultaba desfavorable para su propia defensa.
Ahora se trataba de componer lo que él mismo había empujado en las últimas semanas cuando estaba poseído por la seguridad de un fallo de La Haya 100% favorable al Perú, lo que lo condujo a tratar de apoderase por adelantado de la victoria con iniciativas como las del embanderamiento, el poema patriótico publicado por El Comercio y su colocación como “tercer presidente” el día de la lectura, con la ayuda de la televisión, y el primero en hacer las declaraciones.
Una vez más, el olfato le falló redondamente. Y no se preparó para un resultado menos estruendoso que el que había anticipado. Así que puesto en la situación de ser el primero en hablar desbarró en comentarios imprecisos e inútiles como: “no hemos obtenido todo lo que esperábamos”, “de todas maneras hemos ganado algo, unas decenas de miles de kilómetros cuadrados”, que reflejaban inseguridad para pronunciarse.
Unas horas después, el presidente Humala y su gobierno fijarían la posición oficial: hubo triunfo, obtuvimos 50 mil kilómetros de mar y el 70% del área solicitada, obviando los temas de la línea de frontera (si existía alguna forma de frontera entre los dos países), del hito de referencia (el número uno en vez del punto Concordia), el de la bisectriz desde la costa (empieza en las 80 millas) y el del reconocimiento explícito del triángulo externo como mar peruano.
Todo esto quedó en el terreno de lo que ya no debe discutirse porque el fallo ya está hecho y no hay cómo modificarlo y porque nunca los países logran el 100% de su demanda. Todo esto nos puede parecer un puro discurso político, pero ha sido eficaz porque alineó a la prensa y a la clase política. García tuvo que callar por las siguientes 48 horas, para disipar lo que había dicho apenas conocido el fallo y lo que había hecho en los día anteriores.
Ayer no podía evitar sin embargo la contradicción. Como decir por ejemplo que estaba preocupado pensando que los jueces podían darnos un mal resultado, cuando había estado invitando a festejar la victoria sin conocer el resultado. O que no tenía ningún compromiso para no hablar, cuando todos habían subrayado que el primero que lo haría sería el presidente (ni los agentes peruanos en La Haya adelantaron opinión). En realidad el grandote sabe que otra vez metió la pata, de allí que haya empezado a reacomodarse lentamente. El problema es que ya perdió el paso y se le pasó la oportunidad de La Haya. Para otra vez será.
31.01.14
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